Mi Navidad 2013-2014

Tan rápido como viene rápido se va, ya podemos despedir definitivamente a la Navidad. ¿Definitivamente? Bueno, no del todo, que en mi casa estarán rondando los dulces que han sobrado durante algunas semanas todavía. Además, todavía me quedarán los coletazos de las fiestas en Madrid, donde los Reyes Magos sí se acuerdan de mí.Yo ya tengo decidido que hasta San Blas no diré del todo adiós a la Navidad; ya que vivo las fiestas un poco a mi manera, también me despido de ellas cuando yo quiera :P. El espíritu navideño no se puede cortar de raíz, hay que pasar por un periodo de adaptación...



Pero ya toca encarar el nuevo año y seguir con nuestras rutinas, algunos pensando ya en Semana Santa, o incluso en verano... yo espero pasar lo que queda de invierno, que es todavía mucho, con tranquilidad y sin prisas. Buenos propósitos no hago porque me parecen un poco pérdida de tiempo (al menos en mi caso), pero sí que he estado reflexionando un poco y tengo algunas metas que me gustaría cumplir a lo largo de este 2014. Pero sobre todo, quiero vivir al día, y como dice Gep, el protagonista de esa fascinante película que es La grande bellezza, no quiero perder el tiempo en cosas que realmente no quiero hacer.



Mañana vuelvo a Madrid; toca despedirse y preparar la maleta, y después tendré que readaptarme a mi vida madrileña. El jueves vuelvo a clase de alemán, y para variar no he tocado los apuntes en todos estos días. Menos mal que tengo tiempo en el tren ;).
Os dejo una pequeña crónica de mi Navidad 2013-2014 en imágenes. Han sido unas fiestas geniales.



El día 25 amaneció gris y lluvioso, para mí no podía ser mejor. Salí a correr con tranquilidad por una ciudad casi desierta que olía de maravilla, aunque, para variar, estaba inundada. Murcia no está nada preparada para la lluvia y en cuanto caen cuatro gotas se forman lagunas por todas partes. Fuimos a comer los cuatro a casa de mi tío con mi abuelo, pues viven uno enfrente del otro en plena huerta. Chimenea, gambones, carne guisada con patatas, buena sidra, dulces y una larga sobremesa sin prisas mientras seguía lloviendo fuera.



He paseado mucho por mi querida Murcia estos días. El centro es pequeño y está a dos pasos del piso de mis padres, así que he aprovechado para recorrer las calles y plazas que me sé de memoria. O no tan de memoria, porque cada vez que vengo cambian tiendas, negocios y bares, aunque reconforta comprobar que otros muchos lugares siguen exactamente igual.



Mi padre ha tenido vacaciones todos estos días y hemos aprovechado para tomar muchos cafés por el centro. No me gusta esa moda de ocupar la calle en esos cubículos cerrados con pláticos, nosotros preferimos la comodidad de entrar a los locales. Os recomiendo Café Martínez en plena Plaza de Santo Domingo, son muy majos y tienen unas tartas espectaculares.





No podía faltar nuestra traidicional excursión a la Cresta del Gallo, donde cada año el club de montañeros coloca su típico belén en lo alto del monte. Esta vez fuimos una tarde y pudimos ver lo diferente que se muestra el paisaje bajo la luz del atardecer. Las vistas desde allí son una maravilla; por un lado la sierra murciana, por el otro la ciudad entera rodeada de sus pedanías. Parecen maquetas.



Tampoco faltaron las visitas a nuestros belenes favoritos de la ciudad. El Municipal es un clásico, pero el mejor siempre será el de la Peña La Pava en San Juan de Dios. Este año con una reproducción genial del Santuario de la Fuensanta.





Después de la San Silvestre, que corrí yo sola porque mi pobre hermano ha estado con un gran catarro todas las fiestas (igual que mi padre), preparamos la cena de Nochevieja sin prisas ni estrés. Entremeses sencillos con buenos quesos murcianos (viva el queso de cabra) y algunas cosillas más, y luego una deliciosa cazuela de rape y mariscos que bordó mi madre. De postre, helado, dulces y uvas, pasando esta vez del cava o champagne y apostando por una buena sidra, que nos gusta más.



He salido a correr de vez en cuando, me encanta el recorrido que va paralelo por el río. Ayer, día de Reyes, me crucé con jinetes a caballo, patos, mucha gente con perros, ciclistas, patinadores... Eso sí, ha hecho demasiado buen tiempo. Correr en manga corta en enero me resulta chocante.



El de la foto es mi padre, justo detrás de la casa de mi tío. Al fondo está Murcia y detrás Los Lages, la pedanía de parte de mi familia materna. Fuimos el día 5 a llevarle un roscón a mi abuelo y a visitar a mi tía abuela, un encanto de mujer que siempre me hace regalos; el último, un juego de platos de postre de su ajuar de boda! Su receta de tortas de Pascua es ya legendaria.

 

He disfrutado mucho de mi gato, que sigue como siempre; es el señor dormilón de la casa. Sus rutinas no han variado en absoluto a lo largo de estos años, siguiendo los rayos del sol por la casa hasta que oscurece y se echa otra siesta vespertina en mi cama. Cuando tengo que echarle para poder meterme yo a dormir el señorito se ofende mucho.

 

Ayer, día 6 y festivo, mi madre no tenía ganas de cocinar así que salimos a comer fuera. Hacía tiempo que quería probar el restaurante de cocina japonesa Enso Sushi, que tiene buena fama, y la verdad es que no nos defraudó. No está llevado por japoneses pero conocen muy bien su cocina, el sashimi estaba delicioso y la tempura perfecta, entre otras cosas.

 

  

Y no podía faltar mi Roscón de todos los años. Lo preparé el día 5 porque quería llevarle su rosconcito a mi abuelo esa tarde, como ya he comentado, pero sale tan gordo que nos ha durado hasta el desayuno de hoy, y aguanta tierno sin problemas. Me ha encantado ver todos los roscones que han inundado las redes sociales estos días, sobre todo por comprobar cuánta gente ya se anima a prepararlo casero :). Es que no hay mejor modo de despedir la Navidad.

¡Nos leemos desde Madrid!