He perdido la cuenta de los años que llevo sabiendo que soy intolerante a la lactosa. Sí recuerdo a mi madre hacerse las pruebas cuando yo andaba empezando el instituto, y lo que le costaba encontrar una leche sin lactosa por entonces. Ella tiene una intolerancia leve, normalmente solo le sienta mal la leche tal cual, que suele tomar con el café. Yo dejé de tomar leche hace mucho tiempo porque me dejaba mal estómago, aunque pensaba que era solo porque el sabor no me gustaba. Porque si has probado leche de vacas suizas recién ordeñada en la misma granja en plenos alpes... digamos que ese líquido blancuzco de tetrabrick te sabe a demonios. Pero ese es otro tema.
En una de mis rondas de médicos por los problemas que arrastro de salud me tocó chequeo general en Digestivo, incluyendo pruebas de intolerancia a la lactosa y fructosa. ¡Menos mal que solo dio positivo la primera! El médico fue bastante, digamos, escueto en sus recomendaciones. Pero para entonces el mercado de la intolerancia a la lactosa ya empezaba a florecer, aunque aún no había el boom que tenemos ahora. De todas formas, yo tomaba leche de soja desde hacía ya tiempo, así que solo me quedó aceptar que eran otros de mis adorados productos lácteos los que me dejaban el cuerpo para el arrastre.
Bonitas vacas suizas que dan rica leche gracias a esos pastos |
Lo peor es salir a comer fuera. Eso no es ningún secreto para nadie. Los postres son territorio enemigo para los que tenemos alergias o intolerancias, y aunque ahora haya conciencia sobre la celiaquía y se ofrezcan opciones sin gluten, la lactosa se suele olvidar. Yo lo entiendo, los lácteos son casi un ingrediente básico en los dulces, a pesar de que hay alternativas vegetales. Y otro problema son las salsas y preparaciones cremosas, parmentiers, cremas, purés, bechameles, rellenos y demás. Me he pasado años sin probar croquetas. Un simple toque de leche o nata en una salsa ya me sienta como un tiro, y por eso salir a comer o cenar, o los grandes eventos como bodas y bautizos, son un riesgo.
Los suplementos de lactasa se presentan como una solución estupenda para darse caprichos y despreocuparse casi por completo. Había probado alguna marca de venta en farmacias y me había ido más o menos bien, pero cuando me contactaron de LactoJoy me entró mucha curiosidad por su producto. Recibí una muestra antes del verano y después de probarlo durante varios meses, con un par de bodas en medio, ya puedo dar una buena opinión sobre el producto.
Si curioseáis su web veréis rápidamente cuál es la filosofía y el estilo de la gente que hay detrás de LactoJoy. Huyen de la idea de que sea un "medicamento" y quieren que la intolerancia la lactosa no nos afecte en la vida cotidiana ni estropee nuestra calidad de vida. LactoJoy es el producto de una empresa muy joven alemana, better foods GmbH, que apuesta por quitar drama al asunto para simplemente disfrutar cuando salimos a tomar algo fuera.
El envase es genial: una cajita metálica que se desliza para extraer fácilmente cada comprimido, unas pastillas muy chiquitinas redondas que solo hay que tragar. Me recordó mucho a cajas de caramelos que he visto con frecuencia en Suiza y Alemania, y me gusta que no parezcan medicinas. Los blister de medicamentos los odios y se rompen solos cuando los llevas en el bolso. El diseño con la vaquita también me ganó, claro, quizá por mi corazoncito suizo.
Cada comprimido contiene 14500 FCC de lactasa, una dosis muy alta en comparación con otros productos del mercado; no tienen gluten ni fructosa y son aptos para veganos. La dosis máxima recomendada al día son 10 pastillas, que me parece una barbaridad innecesaria, la verdad. Los comprimidos se pueden partir por la mitad fácilmente, ya que muchas veces será suficiente con media dosis para suplir la intolerancia en ciertos platos. Mi envase contenía 45 unidades pero tienen otros formatos más grandes.
Como ya he dicho, he llevado LactoJoy conmigo encima estos meses y lo puse a prueba sobre todo en dos bodas. Aunque pude pedir platos sin lácteos en el menú, el postre siempre suele ser un triste plato de fruta, y ahí me reservaba mis comprimidos. Volví un poco locos a los camareros pero disfruté de los postres sin sufrir consecuencias desagradables después :).
No soy partidaria de ir tomando suplementos de lactasa todo el día; se pueden evitar los lácteos con cierta facilidad y tampoco son imprescindibles. Además, no todos los lácteos son incompatibles: el yogur no me da problemas, tampoco los quesos muy curados o la mozzarella de verdad. Pero hay que reconocer que disfrutar de un buen helado o poder ir de invitada a algún sitio sin complicar la vida al anfitrión se agradece, y mucho.
Croquetas que casi me hacen llorar de la emoción |
La intolerancia a la lactosa no es una tragedia y las consecuencias de tomar lactosa son más incómodas que peligrosas, eso no lo vamos a negar. Pero quien la sufre sabe las molestias que da en el día a día, y a veces es desesperante. LactoJoy es una buena solución para llevar siempre encima, muy cómodo y práctico, además de discreto. Y funciona de maravilla :).
¡Casi me cae una lagrimilla cuando pude compartir un platazo de croquetas en un restaurante de los buenos después de una década sin catarlas!
¿Algún intolerante a la lactosa más en la sala? ¿Habéis probado suplementos de lactasa, o simplemente evitáis la lactosa al comer fuera?
LactoJoy me ofreció probar el producto sin compromiso y esta es mi opinión personal totalmente libre basada en mi experiencia.