El otro día en clase de alemán la profesora nos puso un vídeo que parecía ciencia ficción sin pretenderlo. Salía un grupo de niños jugando en un aparcamiento entre edificios de viviendas, hasta que llega uno de los vecinos a aparcar y casi-casi atropella a uno de los chavales. El señor se indigna y discute con el padre del chico, alegando que eso no es un parque de juegos. Pero el padre tiene una idea: va al Ayuntamiento y al día siguiente vienen operarios a reconvertir el aparcamiento en una zona de juegos infantiles. Cuando vuelve el conductor y se encuentra la nueva situación, al principio se enfada, pero al ver la orden oficial se calma, sonríe y se encoge de hombros "Bueno, no es mala idea. Buscaré aparcamiento en otro sitio". Y todos felices.
Bien, la profesora dice que es un vídeo interesante también porque nos enseña mucho del carácter y cultura alemanas. No sé yo si realmente funciona tan bien la burocracia germana, y si se toman las cosas tan bien si hay orden oficial por medio, pero lo que tengo claro es que en nuestro país eso es ficción pura y dura.
Me sorprende sobre todo lo mal que conduce la gente, y también lo mal que se comportan muchos peatones, al menos en mi barrio. El intermitente parece que cobran por usarlo, ¿tanto cuesta señalizar los giros, salidas de rotonda y cambios de carril? Cuando salgo a correr me desespero, tengo que ir con mil ojos cuando me acerco a un cruce. Las rotondas las carga el diablo, la mayoría de conductores salen a toda leche de ellas ignorando que a continuación hay un paso de peatones. Y si me pongo a hablar de cómo las normas de estacionamiento se las pasan por el forro el 99% de personas, no paro.
¿Convertir una calle de doble sentido en un sólo carril al ocupar uno de ellos? No pasa nada. ¿Subir el vehículo a la acera porque no hay sitio? Qué más da. ¿Dejar el coche en cebreados para ir "un momento" a comprar al supermercado de enfrente? Bah, da igual que esté totalmente prohibido pisarlas. ¿Bloquear paradas de autobuses? Pues que se busquen la vida. En fin... A muchos parece que nada más conseguir el carnet se les olvida absolutamente todo lo que han aprendido en la autoescuela.
Hoy vuelvo a la carga con unas galletas cargaditas de frutos secos, que me gustan mucho. Tenía restos de almendras, avellanas y nueces después de los horneados navideños así que esta receta me ha venido genial para darles salida a la vez. Domina el sabor de la avellana, que me encanta, pero podéis jugar con las proporciones según vuestro gusto. Se me ocurre que estarían deliciosas con un baño ligero de chocolate negro, aunque por sí mismas son una delicia energética y relativamente saluable.
Receta de galletas de almendras, avellanas y nueces
Ligeramente modificada de Amuses bouches
Ingredientes para unas 40 galletitas
- 65 g de almendra molida
- 85 g de avellana molida
- 50 g de nueces picadas
- 100 g de harina integral
- 100 g de azúcar moreno o panela
- 1 pizca de sal
- 1 cucharadita de canela molida
- 1/2 cucharadita de clavo molido
- 3 claras de huevo L
- un puñado de frutos secos enteros para decorar
Precalentar el horno a 180ºC y preparar una o dos bandejas con papel sulfurizado. Mezclar en un cuenco la almendra y avellana molidas con la harina integral, la sal y el azúcar moreno o panela. Añadir las nueces picadas y las especias.
Batir las claras aparte casi a punto de nieve e incorporarlas a al cuenco. Mezclar bien con una espátula o lengüeta hasta conseguir una masa homogénea. Tomar porciones pequeñas del tamaño de una nuez y formar bolitas con las manos humedecidas.
Distribuirlas en las bandejas, sin necesidad de dejar demasiado espacio entre llas. Colocar una almendra, media avellana o un trocito de nuez entera sobre cada galleta, aplastánolas un poco. Hornear durante unos 10-15 minutos, hasta que se hayan tostato un poquito. Esperar un par de minutos fuera del horno y dejar enfriar completamente sobre una rejilla.