Las galletas anillo de Willisau son el producto más famoso de la bonita localidad del mismo nombre, Willisau, cerca de Lucerna, que guarda el encanto de su origen medieval en el centro histórico. La ciudad vieja, de curiosa forma rectangular, con muralla y torres, se ha conservado sin apenas modificaciones en su trazado desde la última reconstrucción en 1704, tras un incendio. Recorrer sus calles es casi retroceder en el tiempo.
Yo conocía las galletas antes que su origen, pues mi padre es un fanático de ellas y siempre que tiene la oportunidad las compra, las fabricadas por la fantástica casa Hug, con un repertorio de galletas tradicionales suizas y otros dulces de gran calidad, sin apenas aditivos y manteniendo la esencia original de sus recetas.
Añorando su sabor, busqué por la red y encontré algunas recetas para esta peculiar galleta. Al final me decidí a intentar hornearlas en casa, a pesar de no tener el horno aún al 100% y sin fiarme demasiado. Pero al final han salido unas Willisauer Ringli bastante parecidas a las originales. Se trata de unas galletas finitas y muy, muy crujientes, cuya masa está formada únicamente de harina, azúcar y los aromas de cítricos. Como su nombre indica, tienen forma de anillos, con el agujero chiquitín (la variedad "mini" a veces tienen un agujerito tan minúsculo que apenas se ve) pero como yo no tengo un molde exacto he preferido jugar con otros cortadores. El sabor al fin y al cabo no varía mucho :-)
- 250 gr de azúcar
- 175 ml de agua
Poner ambos en un cazo y calentar hasta que empiece a hervir; bajar el fuego y remover con una cuchara de madera hasta que se haya disuelto el azúcar.
- 200 gr de azúcar
- 3 cucharadas de miel
- ralladura de 1 limón sin tratar
- ralladura de media naranja sin tratar
- 500 gr de harina de repostería
Añadir el almíbar templado al resto del azúcar, la miel y la piel de los cítricos. Incorporar entonces la harina y trabajar bien la masa hasta que quede todo integrado, homogéneo. Es más fácil hacerlo a mano, pero aviso de que nos pringaremos bastante. Si estuviera demasiado pegajosa, añadir más harina, pero tampoco debe quedar muy seca. Envolver en papel film y dejar enfriar en la nevera como mínimo una hora.
Precalentar el horno a 180ºC y preparar unas bandejas.
Cortar porciones de la masa, dejando el resto en la nevera. Sobre una superficie enharinada, estirar la masa con un rodillo hasta dejar de un grosor de 2 mm (importante), Formar galletas usando cortadores (las originales son anillos con el agujero pequeño, pero se pueden hacer como se quieran) y distribuir sobre las bandejas; no es necesario dejar mucha separación. Pintarlas con agua (eso hará que brillen).
Hornear a media altura, una bandeja cada vez, durante unos 15-20 minutos. Cuidado porque se doran enseguida; deben quedar tostaditas pero no demasiado, o se quemarán con facilidad. En mi horno se hicieron muy pronto, no sé si porque está todavía algo escacharrado.
Dejarlas enfriar sobre una rejilla y guardarlas en un recipiente hermético. Aguantan muy bien varios días.
Primerísimo plano para intentar mostrar la textura de estas galletas. ¿Se nota el "crujiente"? Además es típico que se vean granitos de azúcar por la superficie. Al ser duritas son fantásticas para mojar en café o leche.
Y con esta receta me gustaría participar (algo in extremis, como de costumbre en mi) en el concurso de galletas organizado desde el fantástico blog de Pepekitchen y caprichosdecocina. ¡Que haya suerte!
Por cierto, estoy fatal de tiempo y encima la fecha de entrega del trabajo la han puesto antes de lo que pensaba, así que siento mucho no poder responder a los comentarios o no poder visitaros a todos con la misma frecuencia.