30 diciembre, 2019

Mousse de chocolate, yogur griego y naranja para despedir el año



¿Listos para despedir el año? Que no la década, por mucho que estemos viendo infinidad de listas y recopilatorios de lo mejor/más significativo obviando que aún queda un año más para empezar la segunda del milenio. En realidad cada uno es libre de considerar las décadas como quiera, pero que no vengan la Navidad que viene otra vez dando la turra con nuevas listas, por favor. Se me aturullan.

Por suerte yo no tengo que hacer listados de ningún tipo y ni voy a seleccionar mis recetas favoritas de 2019. Cada año las fronteras temporales se me relativizan y confunden más y más, volviéndose difusas y permeables. Si no fuera por el punto de inflexión que sigue marcando el verano, y la ilusión que aún me despiertan las navidades, perdería totalmente la cuenta de los años que pasan.



De nuevo no tengo nada planeado especial para despedir el año ya viejo, y mucho menos para recibir al inminente 2020. Correré la San Silvestre de Murcia disfrutando todo lo que pueda -siempre es divertida a pesar de la marabunta-, y, por segundo año, nos iremos al campo a montar allí la cena. Esperemos que esta vez no nos quedemos sin luz y me vuelva a perder las campanadas; además me he propuesto por todos los medios evitar al máximo cualquier discusión absurda familiar.

No sé qué nos deparará el año nuevo, si es que nos traerá algo interesante. De hecho, casi prefiero que no destaque demasiado, visto lo visto. Ojalá las cosas mejoren un poquito en general para todos, en muchos aspectos. Y para invocar las buenas energías, me despido con chocolate.



Me gustan mucho los postres frescos en vasitos, más ligeros que pasteles o tartas y mucho más fáciles de preparar y servir. Esta receta es una "mousse" falsa, porque no lleva aire de clara de huevo ni de nata batida; da igual. Al combinar el chocolate con yogur griego, pero griego de verdad, 100% natural, obtenemos una crema melosa pero algo esponjosa, suave y muy rica, deliciosa con el toque de naranja. Y, como siempre en estas cosas, permite personalizarla y tunearla de mil formas diferentes.


Receta de mousse de chocolate, yogur griego y naranja
Inspiración: esta receta y porque el chocolate es lo mejor para empezar el año con buen pie
Ingredientes aproximados para 6 vasitos

- 170 g de chocolate negro de buena calidad
- 100 g de leche o bebida vegetal
- 1/4 cucharadita de vainilla o 1/2 vaina
- 250 g de yogur griego natural de buena calidad
- 1 pizca de sal
- 20 ml de licor de naranja o zumo
- nata montada, crema o más yogur para servir
- mermelada de naranja amarga o normal para servir
- ralladura de naranja para servir
- frutos secos crujientes para servir

Picar a cuchillo a lo bruto (pero con cuidado) el chocolate; cuanto más pequeñas sean las piezas, mejor. Hay que usar un buen cuchillo, grande, en una buena tabla. Reservar.

Calentar la leche a fuego suave con la vainilla. Cuando entre en ebullición, apagar el fuego y echar el chocolate. Se suele recomendar tener el chocolate en un recipiente y verter encima la leche, pero yo me ahorro manchar otro cacharro.

Remover con suavidad hasta que el chocolate se funda por completo y se forme una crema homogénea. Agregar una pizca de sal y reservar, dejando que se enfríe un poco.

Batir aparte con unas varillas el yogur griego, bien escurrido de su líquido, para montarlo un poco. Añadir en dos o tres tandas el chocolate, mezclando cada vez con movimientos envolventes. Incorporar el licor o zumo y mezclar.

Repartir en vasitos o cuencos y dejar enfriar en la nevera como mínimo una hora. Servir con una cucharada de nata, crema o yogur, un poco de mermelada, ralladura fina de naranja y frutos secos o crocanti crujiente al gusto. También se puede depositar una cucharada de mermelada en el fondo de los vasos antes de llenar con el chocolate.



Sin más, nos seguiremos leyendo un año más en 2020, sin propósitos ni retos. Con seguir teniendo pequeñas ilusiones cada día ya me voy contenta.

¡Feliz Año Nuevo!
23 diciembre, 2019

Makrönli de avellana y almendra al cardamomo: receta de galletas suizas navideñas (sin gluten y sin lactosa)

Tengo un problema: de todas las canciones navideñas que me gusta escuchar, la que se me queda metida en la cabeza todo el día es Let it snow!, que, a ver, me encanta -transmite muy buen rollo-, pero en Murcia ahora mismo, más bien tenemos primavera. Se agradece el solecito del recién estrenado invierno y no tener que salir con miles de capas de abrigo pero... Jo, yo quiero noches de sofá, manta y tazas humeantes, pijamas calentitos y calcetines gordos.


Hasta aquí mis quejas, que estoy en mi tierra, el árbol luce precioso, toda la familia está sana y el horno nuevo de mis padres va de maravilla. La maldita carpa que han instalado en la Plaza de Toros con actuaciones todos los viernes y sábados es, por ahora, tolerable, y he horneado tortas de Pascua y galletas suizas para abastecer a tres familias. A ver si consigo que ninguna tontería me estropee las fiestas. Ni los 24 grados de temperatura.

Para variar, no he podido hacer todas las recetas navideñas que me hubiera gustado, aunque sí tengo aún alguna cosilla esperando para ver la luz estos días de celebraciones. Hoy os dejo una variante de una de mis favoritas del -enorme- recetario suizo navideño: Makrönli o Makrönchen, que además son geniales para aprovechar restos de frutos secos o de clara de huevo.

No necesitan complicaciones con el rodillo, ni cortadores ni moldes de ningún tipo. Su acabado rústico es parte de su encanto y permiten hacer variaciones con los frutos secos que nos apetezcan, o ser más o menos finos en la decoración. En este caso he combinado avellana en la masa con una almendra como coronación, y un toque de cardamomo. Si no fuera por la cantidad de azúcar, serían unas galletas fit :P. Eso sí, sin gluten y sin lactosa.



Hace varios siglos, en mis primeros pinitos en la cocina, compartí una versión primitiva con nueces y también las makrönchen más originales. Aguantan de maravilla muchos días si se conservan en un recipiente hermético, sin mezclarse con dulces de otras texturas.


Receta de makrönli de avellana y almendra al cardamomo 
Inspiración: mis tradiciones navideñas y esta receta
Ingredientes aproximados para 30 unidades

- 200 g de avellana molida
- 2 claras de huevo
- 1 buena pizca de sal
- 5 ml de esencia de vainilla
- 1/2 cucharadita de cardamomo molido
- 130 g de azúcar
- almendras o avellanas crudas

Batir las claras de huevo con el azúcar con batidora de varillas hasta que se espese, unos pocos minutos. Agregar la sal y la vainilla, y batir un minuto más.

Incorporar la avellana molida y mezclar con movimientos envolventes hasta tener una masa homogénea, húmeda, sin restos secos ni grumos gordos.

Cubrir con una hoja de papel sulfurizado o similar una bandeja grande de hornear. Con ayuda de una o dos cucharillas, tomar pequeñas porciones de masa y formar montoncitos, del tamaño de una nuez, distribuyéndolos en la bandeja.

Se pueden redondear o perfilar un poco con las manos humedecidas, si preferimos un acabado más fino. Coronar cada bolita con una almendra o avellana cruda. Dejar a temperatura ambiente durante, al menos seis horas.

Si hace calor en la cocina, introducir en la nevera. Si hay gatos por la casa que meten las narices (y sus pelos) en todo, tapar bien con un paño limpio.

Precalentar el horno a 175º C y hornear durante unos 10 minutos, hasta que empiecen a dorarse. Esperar un par de minutos fuera del horno y dejar enfriar completamente sobre una rejilla.




15 diciembre, 2019

Mantecaos murcianos a mi manera: con un toque de aceite y buen limón y canela


Por mucho que el elfo me mire raro cuando le corrijo en su pronunciación, estos dulces seguirán llamándose mantecaos en esta casa, aunque me destierren de Madrid. A ver por qué el laísmo está perfectamente permitido y yo tengo que renunciar a mis raíces huertanas.

Y no me refiero a "hablar mal" porque sí. Soy consciente de que en Murcia tenemos un acento peculiar que se ha convertido en protagonista de chistes, mofas, memes y cachondeo general en los últimos años; de lo que no me quejo, ojo. Me encanta que haya especialistas que se esfuerzan en mantener el auténtico panocho vivo, y que en el habla cotidiana se conserven muchos localismos, términos y expresiones que no existen en otras regiones. También me parece fascinante compartir características y palabras con gente de otras tierras, que tanto dice de nuestra historia, y que dentro de la propia Murcia haya acentos y vocabularios muy diferentes.

Ahora bien, eso no quiere decir que no se nos entienda al hablar ignorando por completo la vocalización básica o reglas de concordancia elementales. Una cosa es la pronunciación particualar que tenemos de la S, y otra tener un felpudo por lengua.

En fin, que me voy por las ramas cuando tengo solo un ratico para dejar por aquí estos mantecaos de limón y canela. Mantecaos murcianos, huertanos o, a partir de este año, de mi casa. Porque sí, es la primera vez que los hago, y no será la última.




La historia detrás es simple: tenía manteca de cerdo en la nevera que había que gastar, y me apetecía probar de nuevo un dulce navideño murciano. Cuanto más se acercan las fiestas, más se me dispara la morriña, es inevitable.

Charlando con mi madre por teléfono me contó hace poco las delicias que recordaba tomar de niña en su casa, con los mantecados del pueblo como imprescindibles en aquella época. ¿Y qué tienen de diferente frente a los que se preparan en otros sitios? Pues no demasiado, la verdad; yo diría que su aspecto más rústico y una textura menos pastosa y desmenuzable. O así los recuerdo yo.

Probablemente los mantecados llegaron a Murcia cuando el territorio aún abarcaba zonas de la actual Andalucía -hola, primos almerienses-; se cree que fue a mediados del XIX cuando salieron de Estepa a conquistar España. Está claro que la manteca no era un ingrediente usado por los árabes, pero estos dulces tienen parte de esa esencia tradicional de la repostería antigua, humilde, sencilla, deliciosa, y en este caso ligados también a la cultura de la matanza.

Yo no suelo usar manteca para nada, pero como tenía que preparar mantecados de chocolate, aproveché las sobras para instruir un poco más a mi familia navideña en la dulcería murciana. Eso sí, a mi manera: añadiendo un poco de aceite de oliva para no dar tanto protagonismo a la grasa de cerdo. Por lo demás me he guiado con la receta de mi adorada Lola, que de repostería tradicional sabe un rato, y sus indicaciones no fallan.


Para hacer mantecaos murcianos no se tuesta la harina, llevan yema de huevo y se aromatizan con limón y canela, que está presente también en el azúcar con el que se rebozan después. El azúcar glasé es menos habitual por estos lares, aunque, como siempre, va al gusto.

Receta de mantecaos o mantecados murcianos de limón y canela (a mi manera)
Inspiración: la estupenda receta de Lola en la Cocina
Ingredientes para unas 30 unidades

- 150 g de manteca de cerdo
- 50 g de aceite de oliva virgen extra
- 2 yemas grandes
- ralladura de 1 limón
- 5 ml de zumo del limón
- 30 ml de agua (para corregir la textura, ya que el aceite es más seco que la manteca)
- canela molida
- 130 g de azúcar
- 1 buena pizca de sal
- 500 g de harina de repostería
- azúcar con canela para rebozar

Precalentar el horno a 175º C y preparar un par de bandejas con papel sulfurizado. Disponer la manteca en un recipiente amplio y trabajar un poco para dejar una textura más suave.

Añadir el azúcar, el aceite, las yemas, la ralladura y zumo de limón y canela molida al gusto. Batir un poco con unas varillas eléctricas o mezclar con una lengüeta para dejarlo cremoso. Añadir la harina y la sal y trabajar muy bien hasta obtener una masa homogénea. Si estuviera muy seca, añadir un poco más de aceite o agua, poquita.

Tomando pequeñas porciones de masa cada vez, aplanar con rodillo o las manos sobre una superficie limpia para dejar un grosor de un dedo. Recortar dos o tres porciones con un cortador redondo o con formas al gusto, y llevar con cuidado a las bandejas.

Continuar hasta terminar con toda la masa. Como se desmenuza, es más fácil compactar porciones pequeñas con las manos y apretarlas sin usar mucho el rodillo, o enharinando este para que no se pegue y deforme la masa.

Hornear a media altura una bandeja cada vez durante unos 18-20 minutos, vigilando muy bien que solo se tuesten ligeramente. Dejar enfriar sobre la bandeja fuera del horno para que no se rompan al levantarlos aún calientes. Llevar a una rejilla para que se enfríen por completo.

Espolvorear o rebozar en una mezcla de azúcar con canela al gusto y guardar en un recipiente hermético. Aguantan de maravilla durante muchos días, si es que duran.


30 noviembre, 2019

Coliflor al horno con granada y avellanas: receta saludable prefiestas


Llego por los pelos a despedirme del mes más efímero del año, tentada de repetir con una receta dulce pero, prudentemente, vengo con algo más desengrasante. Porque estos días, cuando enciendo el horno para hacer algún dulce o pan, siempre cae alguna verdura. No me cansaré de recomendar el asar hortalizas tan sabrosas como las coles y los tubérculos, y la coliflor brilla así con luz propia.

No sé si alguna vez he comentado con detalle por aquí mis periplos con la coliflor. Recuerdo que de pequeña mi madre la preparaba al horno con bechamel y queso, y no terminaba de convencerme. Porque en mi inocencia yo percibía el olor del gratinado lácteo que tanto me recordaba a la lasaña o los canelones, y no esperaba encontrarme esa verdura extraña debajo. Necesitaba aprender a disfrutarla antes por sí misma.


Nuestra historia de amor fue cobrando forma poco a poco, cuando me animé a probar las cremas de verduras que mi madre empezaba a preparar para las cenas en cuanto el calor murciano nos daba una tregua. La crema de coliflor sigue siendo una de mis favoritas, con su textura tan melosa y suave que parece nata, y que tanto juego da para enriquecerla con todo tipo de guarniciones.

También descubrí que está buenísima como parte del arroz huertano o de verduras que también borda mi progenitoria, heredando el buen hacer de mi abuela, la verdadera reina del producto de la huerta. pero hasta que mi padre no llegó un día cargado de coliflores del campo, pidiendo algún plato que fuera más "mordible" que las cremas, no descubrí todas sus posibilidades.



Años más tarde vivimos la locura colifloril en las redes, convertida en base de pizzas, panes, salsas de pasta, falsos arroces, risottos, cuscús y mil cosas más que inundaron blogs, revistas y páginas de tendencias -el horror-. Sí, la coliflor es una buena aliada de las dietas lowcarb, pero de vez en cuando se merece reivindicarla por sus propias virtudes.

Así que antes de la carrera agotadora que van a ser las próximas tres semanas -de verdad, ¿qué ha pasado con el mes de noviembre?-, traigo esta receta reparadora para recordar que las verduras también pueden relucir por sí mismas, acompañadas con ingredientes que ya van sonando a Navidad. La lujuriosa granada, con su punto fresco que tan bien contrasta con las coles; el crujir adictivo de la avellana tostada, el paraíso de aromas de las especias zataar... Guarnición o primer plato, esta receta podría encajar sin problemas en un menú de fiesta.



Receta de coliflor al horno con granda y avellanas
Inspiración: el otoño casi-navideño
Ingredientes un poco a ojo para 4 personas (de guarnición)

- 1 coliflor hermosa
- hierbas provenzales (orégano, tomillo, romero...)
- ralladura de limón
- 1os granos de 1 granada
- 1 buen puñado de avellanas sin cáscara
- 1 cucharada de especias zataar (o al gusto)
- cebollino fresco
- perejil fresco
- queso parmesano o similar
- aceite de oliva virgen extra
- pimienta negra y sal

Precalentar el horno a 220º C y preparar una bandeja adecuada, forrándola con papel de aluminio si queremos ahorrarnos fregar mucho después.

Cortar los ramilletes de la coliflor con cuidado de no romperlos demasiado. Es muy fácil siguiendo el método que explico aquí, cortando desde la base inferior. Lavar con suavidad los ramilletes sobre un colador y secar.

Cortar las piezas más grandes por la mitad y distribuir en la bandeja. Añadir un chorro de aceite de oliva virgen extra, salpimentar y agregar las hierbas provenzales y ralladura de limón. Menear bien, con suavidad, con las manos, para embadurnar todas las piezas.

Hornear durante unos 30-45 minutos, hasta que esté tierna pero no muy blanda, con partes churruscaditas -tostadas, no quemadas-. Girar las piezas si fuera necesario a mitad de la cocción.

Tostar las avellanas si las tenemos crudas, con un poco de mantequilla si nos ponemos más lujuriosos. Picarlas a cuchillo ligeramente. Lavar, secar y picar las hierbas.

Mezclar la coliflor con todos los ingredientes, añadiendo un poco más de sal y pimienta si lo consideramos necesario. Terminar con queso recién rallado al gusto y un chorrito extra de aceite de oliva virgen extra. Servir caliente, templado o a modo de ensalada tibia.


31 octubre, 2019

Muffins de calabaza sin gluten y muchas especias: receta para celebrar el otoño

Un efecto secundario de los autónomos -autónomos que trabajamos desde casa, especialmente- es que los días festivos desaparecen de tu mente. Solo tienen relevancia a nivel de compromiso social, e incluso así se olvidar con una facilidad que asusta.



Pues así llevo yo esta última semana, con un pequeño caos mental porque no contaba con el viernes festivo. Y no, no es ninguna sorpresa recordar que se celebra Todos los Santos para inaugurar noviembre, me ha fastidiado bastantes planes y trastocado mi pequeña organización personal. Lo peor es que soy perfectamente consciente de que hoy se celebra Halloween -qué remedio, me ha tocado preparar más cosas de las que me hubiera gustado-, pero nada, mi cabeza ya estaba pensando en Navidad.



Es lo que tiene ir adelantándote al propio calendario, y es algo que vive muchísima gente a nivel profesional. Hasta hace unos años no me había planteado que, para tener revistas, tarjetas, papel de regalo, decoraciones, menús, dulces, regalos... a tiempo para las fiestas, detrás hay mucha gente que lleva quizá desde verano trabajando en ello.

Y así llegamos al último día del mes, noche de Halloween, en la que probablemente los niños del vecindario se vuelvan un poco locos hasta que sus padres lo permitan. M tocará tener paciencia mientras los envidio no poder haberlo disfrutado como me hubiera encantado de niña, porque hay que admitir que es una fiesta muy divertida para pasarlo bien, y más siendo niño.




El caso es que aproveché hace unas semanas para hornear las calabazas del año pasado que todavía me quedaban en el trastero -mi despensa moderna- y saqué toda la pulpa para congelar en porciones. Dediqué una parte para saciar mi ansia de muffins otoñales, que ya hacía demasiado tiempo desde la última vez que preparé una receta de estos pequeños bizcochitos. Y los hice totalmente a mi gusto, poco dulces, muy jugosos, mezclando harinas sin gluten, semillas y muchas especias. Porque hornear en otoño ya nos va acercando a la Navidad... y la casa tiene que oler a canela, jengibre, vainilla, nuez moscada, cardamomo y anís. Y lo que surja.



Receta de muffins de calabaza sin gluten
Inspiración: el otoño y mis calabazas
Ingredientes para 12 unidades medianas

- 2 huevos medianos de gallinas felices
- 30 g de panela o azúcar moreno
- 180 g de puré de calabaza asada y bien escurrida
- 160 ml de bebida vegetal o leche
- 60 ml de aceite de oliva virgen extra
- 100 g de harina de avena (certificada sin gluten, en caso de celiaquía)
- 100 g de harina de trigo sarraceno
- 30 g de harina de maíz (no maizena)
- 30 g de avellana molida
- 2 cucharaditas de levadura química
- 1 cucharada de mezcla de especias al gusto (yo uso las mezclas de pan de especias)
- 1 buena pizca de sal
- pipas de calabaza crudas al gusto

Precalentar el horno a 180º C y engrasar o cubrir con cápsulas adecuadas una bandeja de moldes de muffins o magdalenas; mejor engrasarlas también un poco con aceite.

Batir con batidora de varillas o manuales los huevos con la panela hasta que espesen un poco. Añadir la calabaza, la leche y el aceite, y batir un poco más hasta tener una mezcla homogénea cremosa.

Aparte mezclar con las varillas todas las harinas, la levadura, las especias y la sal; formar un hueco y echar los líquidos. Combinar con las varillas para deshacer los grumos hasta tener una masa homogénea y sin restos secos.

Repartir en los moldes y cubrir con unas pipas de calabaza al gusto, presionando ligeramente. Añadir si se desea más especias por encima. Hornear durante unos 18-20 minutos, o hasta que al pincharlos con un palillo, este salga casi limpio.

Esperar un par de minutos fuera del horno antes de desmoldar y dejar enfriar completamente sobre una rejilla. Se desmoldan de las cápsulas más fácilmente pasadas unas horas después de enfriar, aunque templaditos son toda una delicia.




Anteriormente, en Albahaca y Canela...

Cupcakes de Halloween con glaseado de frambuesa
Mini cupcakes de boniato con cobertura ligera de queso para Halloween
Mini muffins de calabaza 
Muffins integrales de calabaza y harina de maíz
Cupcakes de Halloween
Muffins oscuros de calabaza y jengibre
Cupcakes de vainilla para Halloween


¡Feliz Halloween, Día de Muertos, Todos los Santos, Castanyada o lo que queráis! Pasadlo bien :).
16 octubre, 2019

Focaccia de masa madre - Receta para el Día Mundial del Pan #WBD2019

¡Feliz Día Mundial del Pan!

Focaccia de masa madre

Después de tantos años, me sigue haciendo mucha ilusión este día tan especial para los que amamos amasar, hornear y comer buen pan, los que nos emocionamos con el aroma de las masas recién hechas, con ese crujir de la corteza al enfriarse, con la intriga del primer corte y el primer bocado. Ya sea con nuestro propio pan casero o con producto de calidad de obrador, hay que seguir reivindicando y celebrando su cultura y su valor.


Me apetece probar cosas nuevas y mejorar mis técnicas indagando en procesos más complejos, con nuevos ingredientes y formados, pero no he tenido mucho tiempo para ponerme a experimentar. Sí tenía claro que este año me apetecía participar en el evento con algo diferente, pero contando con mi querida masa madre. Como siempre, gracias a zorra de kochtopf por organizar, un año más, este fantástico evento bloguero-panarra mundial.


Las redes siguen siendo un lugar fantástico en el que conocer gente que merece la pena seguir, y donde aprender y encontrar inspiración, si dejamos a un lado postureos, modas aburridas, influencers de baratillo y polémicas absurdas. Maurizio es uno de los panarras empedernidos que sigo, y cuando compartió su receta para hacer una focaccia sencilla con masa madre, sabía que tenía que hacerla.


Después de guardarla en verano, la semana pasada me acordé de ella y me lancé a probarla, ajustando alguna cosilla a ojo y a mi gusto. No podía haber elegido un día mejor, ya que justo, POR FIN, nos despedimos del maldito calor para recibir al otoño a lo grande. Fresquito, viento, algo de lluvia y árboles teñidos de esos preciosos colores de mi estación favorita: el mejor ambiente para amasar y hornear.


La receta de Maurizio sigue la fórmula del pan pero yo he querido ser menos meticulosa para redondear un poco más los ingredientes, pues me temo que mi báscula no es tan precisa como para dar gramo a gramo con exactitud -a ver si me autorregalo una en condiciones-. Los tiempos también han sido un poco... flexibles. Es lo que tiene trabajar al mismo tiempo, no siempre se puede estar pendiente de la masa; y aún así salió fantástica.



Es por tanto una receta muy sencilla, con una hidratación relativamente elevada pero muy manejable, perfecta para los que, como yo, aún somos novatos con este tipo de masas. Con una masa madre en forma, practicando buenos plegados y dejando que la masa repose y se desarrolle a su ritmo, se vuelve muy elástica y agradecida. Y, como dije en Instagram, el strech and fold es casi terapéutico.





Receta de focaccia de masa madre
Inspiración: ligeramente modificada de The Perfect Loaf
Ingredientes para 1 focaccia de buen tamaño

- 100 g de masa madre 100% hidratación, refrescada la víspera
- 280 g de harina de trigo de todo uso
- 200 g de harina panadera
- 20 g de harina integral de espelta (solo por darle un toque más rústico a la masa)
- 390 g de agua
- 9 g de sal
- 10 g de aceite de oliva virgen extra y más para formar
- tomatitos, aceitunas negras, hierbas provenzales y sal gruesa, o ingredientes al gusto

Lo ideal es comenzar por la mañana a primera hora, tras haber alimentado la masa madre la noche antes. Disponer en un recipiente o en una batidora-amasadora todas las harinas con la sal y mezclar. Formar un hueco en el centro y echar la masa madre con 350 g de agua, y empezar a mezclar.

Trabajar la masa ligeramente hasta que no haya grumos secos y empezar amasar unos 5 minutos. Entonces comenzar a agregar el resto del agua poco a poco, sin echarla del todo, solo lo que sea capaz de absorber sin volverse una papilla. Debe ser pegajosa pero no líquida.

Añadir entonces el aceite de oliva y amasar en máquina o a mano durante unos 10 minutos. Si estuviera excesivamente pegajosa, tapar y dejar reposar 30 minutos; continuar amasando hasta obtener una textura aún muy húmeda, pero cohesionada.

Dejar fermentar en un recipiente ligeramente engrasado con aceite durante unas 4 horas. Cada 30 minutos, practicar pliegues para tensar la masa, en un proceso similar al que se muestra aquí, o simplemente usando una paleta de panadería, plegando la masa sobre sí misma dentro del mismo recipiente, como hice yo. Con el paso de las horas se va volviendo mucho más elástica y suave.

Engrasar un molde rectangular o fuente que tenga paredes profundas, de unos 25-30 cm de largo, y echar la masa. Estirar con las manos humedecidas para "animarla" a cubrir todo el fondo, sobre todo las esquinas. Es normal que se encoja al principio. Tapar y dejar reposar 1-2 horas más.

Precalentar el horno a 240ºC. Añadir un buen chorro de aceite de oliva por encima de la masa y hundir los dedos por toda su superficie, con suavidad pero presionando bien. Repartir tomatitos troceados, aceitunas y hierbas provenzales, o lo que apetezca, apretándolos un poco en la masa. Finalizar con sal gruesa o en escamas y un poco más de aceite.

Hornear durante 10 minutos, bajar la temperatura a 200ºC y continuar horneando durante unos 20 minutos más, o hasta que esté bien dorada. Si se tuesta mucho por encima, bajar al nivel más bajo del horno en los minutos finales para que se dore mejor por abajo. Esperar un poco fuera del horno y dejar enfriar sobre una rejilla.



Está buenísima por sí misma, con la miga suave, esponjosa y sabrosísima, y una corteza crujientita llena de aromas. No hay que racanear en la calidad del aceite de oliva ni quedarse cortos en las hierbas, y definitivamente el toque de la sal gruesa es imprescindible.

¿Qué habéis horneado vosotros últimamente? :)
23 septiembre, 2019

Tarta fina de ciruelas y frutos secos (sin gluten) - ¡Otoño!




Septiembre vuelve a ser un mes extraño del que todavía no consigo eliminar esa sensación de vuelta al cole. Aunque realmente no haya tenido vacaciones de verdad, creo que es el mes en el que más ganas tengo de hacer cosas nuevas y plantear proyectos a corto plazo (que se cumplan ya es otra cosa). Sea como sea, hoy empieza oficialmente el otoño, y la fruta de esta época me estaba gritando que, por favor, horneara algo para inaugurar la temporada. Una tarta fina de ciruelas y frutos secos ha cumplido su cometido con honores.


Las últimas semanas en el campo murciano fueron más agradables en cuanto a temperaturas se refiere; al menos hacía el calor normal que permitía dormir por las noches. La invasión de moscas ya es otro tema (estoy segura de que he batido mi récord este año con el matamoscas). La primera tromba de agua, aquella que primero causó caos y descontrol en Madrid, sí pude vivirla en primera persona, corta pero intensa. Lo que no sabíamos es que semanas más tarde una gota fría terrible iba a arrasar la Región (y más zonas) incluso incomunicando el campo.



Para entonces yo ya estaba en Madrid, claro. Vine con mis padres aprovechando que ellos seguirían hasta Galicia para pasar una semana de vacaciones en La Coruña (viene muy bien tener una hija en la capital para hacer escala en estos viajes y ahorrarse hoteles); y justo regresaron un día antes de que empezaran las tormentas.

Yo he vivido más de una gota fría en el pasado, también en el campo, incluso un par de ellas muy, muy fuertes. En una ocasión nos pilló cazando conejos con los hurones de mi primo (hace como mil años de aquello, creo que fue cuando dejé de comer conejo para siempre); regresar a las casas fue toda una aventura cuando el barro y el agua se habían comido los caminos en cuestión de minutos. Pero nada comparado a lo que se ha vivido estos días.



Nuestra casa no ha sufrido grandes daños materiales, por suerte, aunque las fotos que me enviaba mi padre eran para asustarse un poco. Lo que me parte el alma es ver cómo ha quedado el Mar Menor, Los Alcázares, Los Urrutias, Los Nietos... aunque no soy playera tengo mucho cariño a toda esa zona, y duele mucho ver cómo ha quedado destrozada, y tanta gente que aún sigue limpiando haciendo balance de pérdidas. Ojalá se tomen en serio de una vez que algo hay que hacer para evitar que se vuelva a repetir algo así, y que el Mar Menor necesita ayuda urgente, si no es demasiado tarde.



La receta no tiene mucho misterio; me apetecía hornear algo con ciruelas de temporada y que tuviera alma preotoñal, que para mí se traduce en aires rústicos, dando todo el protagonismo a la fruta, sin complicar demasiado los componentes. Me gustan las tartas finas tipo wähe, que dicen los suizos, muy fáciles de adaptar a versiones sin gluten o sin harinas refinadas. La avellana molida da mucho sabor a la base, las ciruelas dulces y aromáticas protagonizan el relleno sin tener que agregar casi nada de azúcar. Sed libres de endulzarla más o añadir lo que os apetezca.



Tarta fina de ciruelas y frutos secos sin gluten
Receta inspirada en Betty Bossi y las ganas de otoño
Ingredientes para un molde de unos 20 cm de diámetro

- 120 g de harina de maíz (no maizena ni polenta)
- 80 g de avellana molida
- 1 cucharada de azúcar de abedul (o normal)
- 1/2 cucharadita de jengibre molido
- 1 pizca de sal
- 65 g de mantequilla fría sin sal
- 1 huevo no muy grande de gallinas felices
- agua fría necesaria (yo al final no usé)
- almendra molida para el relleno
- ciruelas maduritas pero aún firmes, dulces y aromáticas
- pistachos picados (o almendras, o avellanas, o nueces...)
- azúcar moreno al gusto

Si tenemos un procesador de alimentos, picadora o similar, es muy fácil hacer la masa. Disponer la harina de maíz con la avellana, el azúcar, el jengibre y la sal, y triturar unos segundos o mezclar con unas varillas. Añadir la mantequilla cortada y volver a triturar o batir con batidora de varillas hasta tener una textura de migas.

Incorporar el huevo y volver a triturar, removiendo de vez en cuando, hasta obtener una masa húmeda, homogénea y maleable, no muy pegajosa (se debe despegar de las paredes del cuenco). Compactar, envolver en plástico film y dejar como mínimo media hora en la nevera.

Precalentar el horno a 180º C y engrasar con mantequilla un molde de tarta rizado de unos 20-22 cm de diámetro. Lavar, secar y cortar las ciruelas en cuartos, o mitades si usáramos pequeñitas. Sacar la masa, estirar bien con un rodillo y forrar el molde, cortando lo que sobre (aprovecharla para hacer galletitas).

Cubrir el fondo con una capa finita de almendra molida y pinchar con un tenedor ligeramente. Repartir las ciruelas cortadas y agregar pistachos picados y azúcar moreno por encima al gusto. Podemos añadir también unos pegotitos de mantequilla. Hornear durante unos 30-40 minutos, hasta que la masa esté algo tostadita (sin pasarse) y la fruta burbujee.

Dejar enfriar un poco fuera del horno. Se puede tomar tibia o esperar a que se enfríe del todo. Acompañar de salsa de vainilla calentita, nata montada casera, salsa de caramelo, helado... o de nada, que está muy rica tal cual. Bueno, con un café o té, mucho mejor.


¡Disfrutemos del otoño! Que por algún motivo, es la estación del año que pasa más rápido. ¿O solo me lo parece a mí?

18 agosto, 2019

Tarta de queso a mi estilo con base almendrada (que casi acaba en desastre) para cumpleaños calurosos


Agosto está entrando en su tramo final, o de eso me quiero convencer a mí misma. El caso es que hemos pasado ya el ecuador del gran mes de las vacaciones en España y se me está poniendo el cuerpo en modo "vuelta al cole". Pero todavía nos quedan muchos días de verano.

La primera semana en mi campo de Murcia ha sido asfixiante. Mi hemano pasó unos días con nosotros en Madrid, bien aderezados de calor, y llegamos a nuestra tierra levantina en plena fase de horno asfixiante. Qué maravilla fue poner el pie fuera del tren con las temperaturas en todo su esplendor, en plena hora de la siesta; podías sentir la piel luchando por no derretirse y los pulmones buscando aire fresco en ese ambiente pesado y húmedo. Vale, me gusta dramatizar.



En el campo la cosa no estaba mucho mejor y nos duraría varios días, sin demasiado descanso tampoco por la noche. Al menos la visión de la naturaleza -algo desértica, pero naturaleza al fin y al cabo- lo hacía más llevadero. Lo malo es que el cumpleaños de mi padre coincidió con esta semana infernal y hubo que desechar por completo cualquier plan de hacer barbacoa fuera de casa.

Pero bueno, el calor murciano no nos pilla sorpresa y sabemos adaptarnos, así que comimos a base de tapeo marinero bien a salvo del exterior, y yo preparé un postre para disfrutar fresquito. Ahora que es fácil encontrar queso crema sin lactosa no me lo pienso dos veces, y así puedo hacer una tarta de queso a mi estilo, huyendo de las modas de cheesecakes y tartas medio crudas que se ven tanto hoy en día. Cada uno con sus gustos.



Además no me gusta demasiado la típica base de galletas trituradas con mantequilla. Así que empecé haciendo una especie de pâte sucrée no muy dulce y aumentando la proporción de almendra molida, que me pirra. Claro que el calor se ve que me atonta las neuronas y casi me la cargo.

Estaba yo tan feliz en pleno proceso tartil escuchando música y charlando con mi madre, cuando no se me ocurrió otra cosa que voltear la masa recién horneada en blanco para quitar unos granos de arroz que se habían salido del papel de hornear -utilicé arroz crudo como peso al no tener legumbres secas-. Y claro: desastre. La masa se suicidó rompiéndose en trozos y yo empecé a soltar culebras por la boca, frustada conmigo misma por la inutilidad. Intenté recomponer los pedazos, pero no había manera. Entonces me cabreé tanto que empecé a estrujarla a lo bruto, y casi la tiro a la basura. Pero me di cuenta de que se podía amalgamar...



Así que, echando mano de un poco de nata líquida sin lactosa que tenía abierta, forré el molde de nuevo con la masa desmigada, efectivamente, como si fuera la típica base de galletas. Pero sin serlo. Se humedeció un poco con el horneado del relleno, pero quedó bien rica. En fin, fue un momento de crisis tonto que por suerte terminó bien.

En cuanto al relleno, he adoptado la costumbre alemana de agregar a los rellenos de tartas de queso un sobre de "pudding", que en España sustituyo por el típico de "flanín". No es más que almidón de maíz con algo de azúcar y aroma, pero queda estupendo si se busca una buena consistencia. Se puede omitir y usar solo maizena, añadiendo más vainilla y/o azúcar a la mezcla. Ahora no recuerdo la marca que yo usé, es la única que había en la tienda del pueblo más cercano; sí sé que me dejó un colorcillo rojizo en el relleno. Detalles insignificantes.

Receta de tarta de queso a mi estilo con mase almendrada
Inspiración: las tartas de queso al estilo alemán/suizo
Ingredientes para un molde de unos 22 cm de diámetro

- 80 g de harina
- 75 g de almendra molida
- 1 buena pizca de sal
- 30 g de azúcar
- 1/4 cucharadita de esencia de vainilla
- 80 g de mantequilla sin sal fría y más para el molde
- 1 huevo

- 100 g de azúcar
- 600 g de queso crema atemperado
- ralladura de limón
- 1/4 cucharadita de esencia de vainilla
- 1 pizca de sal
- 3 huevos atemperados
- 1 sobre de pudding de vainilla/flanín/natillas (o 2 cucharadas de maizena)
- 100 ml de nata de cocina
- mermelada/compota de arándanos de calidad (mejor si es casera)

Es recomendable preparar la masa con antelación, mejor la víspera.
Colocar la harina, la almendra, la sal y el azúcar en un cuenco, mezclar con unas varillas y formar un pequeño hueco. Echar la mantequilla cortada en cubos pequeños y la vainilla, y trabajar hasta tener una textura de migas. Agregar el huevo y batir o mezclar lo justo hasta que se pueda amalgamar la masa. Formar un disco, envolver en plástico film y dejar en la nevera como mínimo 1 hora, o toda la noche.

Precalentar el horno a 200ºC y engrasar con mantequilla y harina tamizada un molde redondo, mejor si es de fondo desmontable. Estirar la masa y forrar el molde. Cubrir con papel de hornear, agregar peso -legumbres, arroz...- y hornear en blanco 10-12 minutos. Sacar con cuidado, quitar el papel y dejar enfriar.

Preparar el relleno batiendo el queso con el azúcar, el limón y la vainilla; añadir la sal y los huevos uno a uno, incorporar el sobre o la maizena y la nata, y batir ligeramente hasta tener una textura homogénea sin grumos. Llenar el molde con la masa ya fría y hornear a 180ºC unos 40 minutos, o hasta que esté cuajada al gusto.

Dejar enfriar antes de cubrir con mermelada o compota de arándanos al gusto, y reservar en frío en la nevera antes de servir. Está más rica pasadas unas cuantas horas, pero conviene no degustarla recién salida de la nevera, mejor dejar que se atempere un poco.



01 agosto, 2019

Spätzli o Knöpfli, pasta suiza para celebrar el 1 de agosto

Allá por los inicios del blog (año 2006, casi nada) compartía una primitiva receta de Spätzli, aunque tenía cierta trampa. Las cantidades eran muy vagas porque usé un viejo chisme que heredó mi padre de mis abuelos, el típico aparato con las medidas marcadas para ir añadiendo ingredientes para no tener que medir o pesar nada.



Pero ese aparatejo está en Murcia y yo llevo mucho tiempo con morriña de Spätzli, así que aproveché que mis padres estuvieron por la patria helvética en primavera y les encargué -además de toneladas algo de chocolate- otro chisme más tradicional, que al parecer no es tan fácil de encontrar, si me fío de mi padre. El caso es que por fin he sacado tiempo y excusas para ponerlo a prueba; qué mejor que el día 1 de agosto, la Fiesta Nacional suiza, para traerlos por aquí. Mi tradicional Zopf de cada verano lo reservo para cuando me escape al campo murciano la semana que viene, para compartirlo en familia 😄.

Yo era aún una criaja la última vez que pudimos organizar un viaje a Suiza coincidiendo con el Nationalfeiertag. Hay que admitir que el primer día de agosto no es muy propicio para viajar y tampoco práctico para organizar las vacaciones laborales de mi padre. Así que soy consciente de que tengo recuerdos muy idealizados de aquellas fiestas, cuando todo era una mezcla de magia, diversión y alegría sin preocupaciones a la vista. 



El 1 de agosto acabábamos de llegar y todo era ilusión y nervios, y el país parecía que nos recibía engalanado y listo para pasarlo bien. Siempre suele haber banderitas suizas -del país y de los cantones- en jardines, casas y comercios, pero cuando se acerca la fiesta nacional todo se multiplica. En pleno verano, además, Suiza está preciosa, verde y reluciente, llena de flores de colores y con parques y jardines en todo su esplendor. 

Lo habitual es organizar comidas-cenas al aire libre, en familia o reuniendo amigos y vecinos, y también se hacen muchas comidas comunales en barrios y pueblos. Hay barbacoas -por supuesto-, música, bailes, trajes y juegos tradicionales, y fuegos artificiales para culminar la fiesta. Cada cantón y cada ciudad tiene sus costumbres o festejos propios, pero lo que no falta es la buena comida al aire libre, y es muy típico decorar los platos, panes y dulces con banderitas o cruces que la recrean.




Los Spätzli no son precisamente comida de verano, aunque también admiten recetas más ligeras. Mi padre los relaciona con el otoño y el invierno porque están deliciosos acompañando una salsa o guiso bien contundente, especialmente con carne. Pero también son muy ricos bien pasados por la sartén con mantequilla o aceite, aderezados con especias o hierbas y, eso sí, con mucho queso. Realmente es como la pasta italiana, con poco sabor por sí sola y que admite multitud de acompañamientos.


En Alemania los llaman Spätzle, pero es que en Suiza son muy de meter 'ies' por todas partes. Está la variante Knöpfli, que realmente solo se diferencia en la forma, más pequeñitos y gorditos. Los Spätzli deberían ser más alargados, aunque son tan rústicos que hay muchas variantes y formas de hacerlos. Esta es la primera vez que los hago y me han salido algo mutantes, combinando ambos tipos.

En este vídeo de abajo se ve muy bien la diferencia entre ambos. Además se muestra otra forma de hacerlos, sin el colador este que uso yo, cortándolos a cuchillo desde una tabla de madera. La masa es mucho más viscosa que la pasta italiana y sale un poco a su bola; en el carácter rústico aleatorio está gran parte de su encanto. Si tenéis un colador de agujeros gordos, también valdría.





Receta de Spätzli o Knöpfli, a la suiza
Inspiración: Betty Bossi, la morriña helvética y el 1 de agosto
Ingredientes para 4-6 raciones

- 300 g de harina floja (de repostería o de todo uso)
- 3/4 cucharadita de sal y más para el agua
- 75 ml de leche sin lactosa (o vegetal, o normal y corrtiente)
- 75 ml de agua (quizá un poco más)
- 3 huevos de gallinas felices
- mantequilla suiza o aceite para cocinar
- pimienta negra recién molida
- 1 pizca de nuez moscada
- hierbas al gusto (tomillo, romero, orégano, salvia...)
- abundante queso para rallar (el gruyére o emmental suizo van genial, parmesano o grana padano también)

Mezclar en un recipiente la harina con la sal y formar un hueco. En otro cuenco, romper los huevos y batir ligeramente. Echarlos en el hueco de la harina y agregar los líquidos. Empezar a mezclar y amasar con una cuchara grande o una espátula hasta tener una masa húmeda y pegajosa. Si estuviera demasiado dura, añadir un poco de agua. Tiene que quedar elástica. Tapar y dejar reposar 30 minutos.

Poner a hervir abundante agua con sal en una olla o cazuela ancha. Tener listo un recipiente grande frío al lado, o un colador, y una espumadera. Cuando el agua esté hierviendo, pero tampoco a lo loco, empezar a echar la masa usando el colador o extendiendo porciones en una tabla de madera y cortando tiras finas. 

La masa debe ir cayendo en porciones pequeñas en el agua. Se cuecen en 1-2 minutos, cuando flotan ya están listos. Ir sacándolos con la espumadera al colador o recipiente frío. Continuar hasta terminar con toda la masa.

Saltear los Spätzli en una sartén grande con mantequilla derretida o aceite, añadiendo pimienta negra, especias y hierbas al gusto. Si no se van a servir con salsas, conviene que se doren y cojan buen color. Agregar queso recién rallado, mezclar y saltear un poco más, y servir con más queso. También se pueden gratinar en el horno con, efectivamente, mucho queso.





¡Feliz 1 de agosto! Tenéis permiso para celebrarlo con chocolate suizo ;).



28 julio, 2019

Bizcochón de espelta integral y aceite de oliva para desayunos en familia (y calmar cabreos)


Julio se me ha hecho muy cuesta arriba por un montón de motivos que no voy a contar para no aburrir a nadie -y porque quiero pasar página de una vez-, aunque aclaro que no ha sido negativo, solo agotador. Y, por supuesto, el calor no lo ha hecho más fácil. Pero ayer tuvimos fresquito y además he seguido horneando a pesar de todo, así que la receta del mes es un señor bizcochón integral perfecto para desayunos compartidos y sin prisas. Que yo espero poder disfrutarlos en agosto en cuanto vaya a Murcia.

El otro día, cuando aún estábamos en plena olaza de calor que casi derrite a media Europa, me sentí como un dibujo animado. Noté cómo poco a poco me iba calentando, figurada y literalmente; casi podía ver humo salirme de las orejas.. Porque la incompetencia ajena, la falta de profesionalidad y seriedad, y la poca vergüenza que tienen algunos por tomar por idiota a la gente, saca lo peor de mí.


Era un ejemplo más de cómo una nota de prensa se convertía en titulares clickbait, vendiendo la moto al lector en busca de visitas a pesar de no ofrecer ningún contenido interesante. O de, directamente, inventarse la "no-noticia". Interpretando como les daba la gana la información, sin molestarse en comprobar lo que afirmaban como cierto -yo tardé 5 minutos- y copiándose unos a otros como loros. Pues a mí estas cosas me indignan, porque yo cuando publico algo intento que sea mínimamente interesante, o al menos sin inventarme lo que me da la gana solo por captar la atención. Y también me ofende como lectora, no me gusta que me tomen por idiota, sinceramente.

Por desgracia es solo un ejemplo más de cómo está el panorama periodístico o de medios en general o en día, que no lo tiene nada fácil para destacar y sobrevivir. Hay que ofrecer contenidos nuevos cada hora, llamativos, que destaquen, con titulares que lleven al clic, sin importar ya tanto lo que se cuenta, o si se plagia inspira en la competencia. Y qué más da si en el mundo están ocurriendo tragedias de verdad que merecen muchísima más atención, pero que parece que no interesan tanto.



En fin, aunque aún hay medios que merecen la pena, cada vez leo menos noticias, mucho menos nacionales. Porque el mundo en general tampoco incita mucho a seguirle la pista. Y claro, luego se me ocurre echar un vistazo a ver qué está pasando, y se me quitan las ganas de saber nada. Paso pánico con series de ¿ficción? como 'Years and Years', pero es que la realidad cada vez se aleja menos.

Hagamos bizcochos mientras todavía nos dejen, sobre todo si tenemos cerca a familiares o amigos para compartirlos. Y si el simple aroma que inunda la cocina al salir del horno te traslada a esa infancia feliz e inocente, cuando los veranos eran interminables y estaban llenos de juegos, dibujos matinales, comics, risas en la piscina, partidas a la consola con los primos, merendolas, paseos en bicicleta y escapadas a la playa, mucho mejor.



Receta de bizcochón de espelta integral y aceite de oliva
Inspiración: recuerdos de verano, visitas familiares y este bizcocho
Ingredientes para 1 bizcocho grande

- 2 huevos L
- 120 g de panela o azúcar moreno
- ralladura de 1 naranja pequeña o limón (o mezcla)
- 1 cucharadita de canela molida
- 1/2 cucharadita de sal
- 180 ml de aceite de oliva virgen extra (cornicabra en mi caso)
- 320 ml de leche sin lactosa o alternativa vegetal
- 360 g de harina de espelta integral
- 20 g de levadura química

Precalentar el horno a 180º C y engrasar o forrar con papel sulfurizado un molde rectangular grande de tipo plumcake, o redondo desmontable, de al menos 22 cm de diámetro.

Batir en un recipiente grande los huevos con la panela y la ralladura, mejor si usamos batidora de varillas, durante unos 4-5 minutos. Añadir el aceite y la leche y batir un poco más para incorporar.

Aparte mezclar con unas varillas finas la harina con la levadura, la canela y la sal, para romper los grumos grandes. Echar en la primera preparación y batir a velocidad muy baja, poco a poco, hasta tener una masa homogénea sin grumos secos.

Llenar el molde con cuidado y hornear a media altura durante unos 45-55 minutos, girando el molde pasada la primera media hora para que se hornee de forma más homogénea. Comprobar el punto pinchando con un palillo y dejar enfriar un poco fuera del horno antes de desmoldar.

Enfriar por completo sobre una rejilla y servir tal cual o con azúcar glasé por encima. También estaría muy bueno con una cobertura de nueces picadas o almendras, añadidas antes de hornear, con una costra de azúcar y canela -para los más golosos- o con un glaseado simple de limón.
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