Escribo esto con la imprescindible melodía del gran Professor Longhair en la cabeza: ¡es Mardi Gras! Algún día podré vivirlo en vivo y directo, o al menos podré visitar Luisiana y Nueva Orleans, cuya historia y cultura me fascinan, más aún desde que disfruté y sufrí con la serie Treme. Su cocina es completamente única y, para qué engañarnos, no del todo ligera.
Pero vuelvo a Europa, porque también me muero de ganas de vivir los carnavales suizos en algún momento de mi vida. Son también muy especiales y me generan una extraña nostalgia, como si ya los hubiera experimentado alguna vez. Será por las historias que me han contado mis padres, las fotos que conservan de entonces y mis indagaciones al respecto por una parte de mi cultura heredada que no he vivido, pero que me atrae poderosamente.
Quizá es la magia del carnaval, la fiesta cristiana más pagana de todas, que imagino solo logró sobrevivir a la severidad de la Iglesia (católica, protestante, o la que se pusiera por delante) porque anticipa la Cuaresma.
"Que bailen, beban, coman y rían todo lo que quieran, a partir de mañana, semanas de ayuno y abstinencia". Sé que todavía hay quien respeta, más o menos, la norma cuaresmal, pero poco tiene que ver con la rigidez de antaño. Claro que para entregarnos al goce sin medida sí que respetamos bien las tradiciones, y los carnavales desatan uno de los capítulos más calóricos y disfrutables de nuestros recetarios tradicionales.
Mantengo mi regla de solo preparar dulces fritos en estas fechas, y no me he podido resistir este año. Lo necesitaba, por extraño que parezca, ya que me producen pereza infinita, y encima tenemos roto el extractor. Algún día me acordaré de llamar para que lo arreglen. Más pereza.
Pero los delicosos Faschingskrapfen lo merecen. La última vez que comí uno fue en Viena, hace casi dos años, en aquel viaje con mis padres y el elfo, cuando pude saciar mi capricho. Estos bollitos fritos son una de tantas variantes que hay por el mundo: Berliner Pfannkuchen o berlinesas, bomboloni, Kreppel, bola de Fraile, bola de Berlim... Básicamente son un dónut sin agujero, que en Austria y gran parte de Alemania y Suiza se rellenan con mermelada, y se cubren con azúcar glasé.
He probado dos variantes a la hora de formar las porciones: haciendo bolitas y estirando la masa para recortar círculos, como si fueran muffins ingleses. Me quedo sin duda con la segunda opción, ya que así adquieren el aspecto tan característico de esos bollos, algo aplastados, con su línea más blanquita en medio. Podéis usar cualquier cortador redondo o un aro de emplatar, aunque recomiendo hacerlos pequeños para manerjarlos mejor -y comer más-.
Receta de Krapfen o berlinesas de Carnaval
Inspiración: los carnavales suizos, Treme, recuerdos de Viena y esta receta
Ingredientes para unas 15-20 unidades, según tamaño
- 180 g de leche o bebida vegetal (usé soja)
- 40 g de mantequilla
- 3 yemas de huevo a temperatura ambiente
- 370 g de harina de fuerza (usé zamorana)
- 1 sobre de azúcar vainillado
- 20 g de azúcar
- 1 buena pizca de sal
- 4 g de levadura seca de panadería o 10-15 g fresca
- Aceite abundante para freír, de girasol o de oliva (yo usé virgen extra porque tengo muchísimo y me va de perlas)
- Mermelada para rellenar (de albaricoque, a ser posible)
- Azúcar glasé
Trocear la mantequilla y poner a calentar en un cazo con la leche, a fuego suave, hasta que se derrita. Dejar enfriar ligeramente.
Combinar en un recipiente la harina con los azúcares, la sal y la levadura. Formar un volcán y echar las yemas batidas ligeramente, y la mezcla de leche y mantequilla.
Trabajar todo hasta tener una masa homogénea y amasar unos 20 minutos hasta que quede lisa y elástica. Yo usé una amasadora porque me era más cómodo estar a otras cosas, pero no es una masa difícil de manejar.
Formar una bola, engrasar un recipiente con mantequilla o aceite, colocar la masa dentro dándole unas vueltas, tapar y dejar que doble su tamaño. Preparar dos bandejas grandes con papel antiadherente o engrasándolas.
Deshinchar y volver a amasar un poco. Estirar muy bien con un rodillo, dejando un grosor de 0,5 cm como máximo. Recortar porciones con un cortador redondo e ir colocándolas en las bandejas, algo separadas. Repetir hasta terminar con la masa y taparlas con un paño limpio. Dejar que crezcan hasta 3/4 de su tamaño.
Calentar un cazo o sartén profunda con abundante aceite, procurando que alcance los 170ºC-175ºC. No debe humear ni pasarse de temperatura, o podrían quemarse por fuera y quedarse crudas por dentro. Preparar una fuente con papel absorbente y una espumadera.
Freír en tandas de unas tres o cuatro unidades, dándoles la vuelta cuando estén doradas por cada cara. Retirar con la espumadera e ir depositando sobre el papel. Continuar hasta terminar con todas.
Unas vez frías, rellenar con mermelada usando una manga pastelera de boquilla pequeña. o con una jeringuilla. Espolvorear con una capa generosa de azúcar glasé, y a disfrutar.
Nota. Esta vez no me he molestado en dividir cantidades así que el elfo y yo hemos desayunado y merendado de maravilla en los últimos días. Si se guardan en un recipiente hermético cubierto de papel de cocina aguantan bien varios días en la nevera, aunque el azúcar glasé se derretirá: entonces quedarán como glaseados con almíbar. Calentarlas 30 segundos en microondas a potencia mínima y comer inmediatamente.
Daos un capricho carnavalero hoy, aunque no sea tradición en vuestra tierra; hay costumbres que merecen ser respetadas. Del Miércoles de Ceniza, ya hablaremos en otra ocasión.