El elfo y yo vivimos en un apartamento pequeñito pero que me encanta desde la primera vez que atravesé el umbral, y es que el espacio está muy bien distribuido. Me di cuenta cuando buscábamos piso en alquiler que no importan tanto los metros cuadrados sino cómo se organizaba el espacio y el número de habitaciones. Siendo más pequeño que otros que visitamos, resulta mucho más acogedor; es diáfano, apostando por un gran espacio central comunitario en lugar de compartimentar en muchas estancias diminutas que terminan siendo agobiantes. Y otra cuestión que me parece primordial es la presencia de luz natural, ventanas amplias abiertas al horizonte, que aumentan la sensación de amplitud espacial. Si nuestra casa fuera el doble de grande pero tuviera una sola ventana enana que diera a un patio interior o un callejón de mala muerte, me resultaría mucho más difícil vivir. Como en tantas cosas de la vida, el tamaño en sí no es tan importante :P.
Aunque el tamaño del pan que está levando a mi lado (bien tapadito) sí que me preocupa ahora mismo! He partido de una receta que dividía la masa en dos, pero como sólo tengo un baneton grande la he dejado completa, y ahora que ha empezado a crecer me asusta lo que pueda salir de ahí... Bueno, si al salir del horno sale un buen pan, lo veréis pronto por aquí :-).
Hoy volvemos a lo dulce para despedirnos de enero. Estamos a mitad del invierno y ya se ven por los mercados frutas más de primavera o verano (¡cerezas y melocotones vi el otro día!) pero me parece algo absurdo, pudiendo aprovechar los productos tan buenos que nos regala esta estación. Una de las frutas estrella son sin duda los cítricos, limones, naranjas y mandarinas, que tan buenos recuerdos me traen de mi Murcia y del huerto de mi abuelo.
Aprovechando el molde que me hizo llegar Lékué de su nueva colección de números, hornené la semana pasada un bizcocho lleno de aromas cítricos que nos alegró los desayunos unos días (pocos, por desgracia). La calidad de los productos de esta marca es de sobra conocida por todos, hornean muy bien y se desmoldan de maravilla. Me gustó que me tocara el número 8 porque es de mis favoritos, además tan simétrico, tan bonito... Conseguí lo que buscaba en este bizcocho; al ser poca masa y extenderse por todo el molde, queda planito, proporcionando una miga interior suave y esponjosa, con una fina corteza exterior bien dorada y con un puntito crujiente; como le gusta al elfo :-).
- 250 ml de queso fresco batido desnatado (se puede sustituir por yogur natural cremoso)
- 2 huevos L
- 50 gr de mantequilla derretida
- 130 gr de azúcar
- 30 ml de zumo de limón
- 60 ml de zumo de naranja
- ralladura de 1 mandarina
- 230 gr de harina
- 1 y 1/2 cucharaditas de levadura
- 1/2 cucharadita de bicarbonato
- 1/4 cucharadita de sal
Precalentar el horno a 190ºC; engrasar ligeramente el molde de silicona si se usa por primera vez y disponerlo sobre una bandeja de horno.
En un recipiente amplio, batir un poco los huevos a mano con una varillas; añadir el queso fresco, la mantequilla y el azúcar y batir todo junto. Incorporar los zumos y la ralladura de lima. Tamizar encima la harina con la levadura, el bicarbonato y la sal, mezclando todo con suavidad hasta que no queden grumos secos. Repartir con cuidado sobre el molde, igualando la superficie para que quede homogéneo. Hornear a media altura bajando la temperatura a 180ºC durante unos 40 minutos, hasta que se haya dorado bien y al pincharlo con un palillo éste salga limpio.
Esperar unos 5-10 minutos fuera del horno antes de desmoldar y dejar enfriar totalmente sobre una rejilla. Servir espolvoreado con azúcar glas.