30 diciembre, 2019

Mousse de chocolate, yogur griego y naranja para despedir el año



¿Listos para despedir el año? Que no la década, por mucho que estemos viendo infinidad de listas y recopilatorios de lo mejor/más significativo obviando que aún queda un año más para empezar la segunda del milenio. En realidad cada uno es libre de considerar las décadas como quiera, pero que no vengan la Navidad que viene otra vez dando la turra con nuevas listas, por favor. Se me aturullan.

Por suerte yo no tengo que hacer listados de ningún tipo y ni voy a seleccionar mis recetas favoritas de 2019. Cada año las fronteras temporales se me relativizan y confunden más y más, volviéndose difusas y permeables. Si no fuera por el punto de inflexión que sigue marcando el verano, y la ilusión que aún me despiertan las navidades, perdería totalmente la cuenta de los años que pasan.



De nuevo no tengo nada planeado especial para despedir el año ya viejo, y mucho menos para recibir al inminente 2020. Correré la San Silvestre de Murcia disfrutando todo lo que pueda -siempre es divertida a pesar de la marabunta-, y, por segundo año, nos iremos al campo a montar allí la cena. Esperemos que esta vez no nos quedemos sin luz y me vuelva a perder las campanadas; además me he propuesto por todos los medios evitar al máximo cualquier discusión absurda familiar.

No sé qué nos deparará el año nuevo, si es que nos traerá algo interesante. De hecho, casi prefiero que no destaque demasiado, visto lo visto. Ojalá las cosas mejoren un poquito en general para todos, en muchos aspectos. Y para invocar las buenas energías, me despido con chocolate.



Me gustan mucho los postres frescos en vasitos, más ligeros que pasteles o tartas y mucho más fáciles de preparar y servir. Esta receta es una "mousse" falsa, porque no lleva aire de clara de huevo ni de nata batida; da igual. Al combinar el chocolate con yogur griego, pero griego de verdad, 100% natural, obtenemos una crema melosa pero algo esponjosa, suave y muy rica, deliciosa con el toque de naranja. Y, como siempre en estas cosas, permite personalizarla y tunearla de mil formas diferentes.


Receta de mousse de chocolate, yogur griego y naranja
Inspiración: esta receta y porque el chocolate es lo mejor para empezar el año con buen pie
Ingredientes aproximados para 6 vasitos

- 170 g de chocolate negro de buena calidad
- 100 g de leche o bebida vegetal
- 1/4 cucharadita de vainilla o 1/2 vaina
- 250 g de yogur griego natural de buena calidad
- 1 pizca de sal
- 20 ml de licor de naranja o zumo
- nata montada, crema o más yogur para servir
- mermelada de naranja amarga o normal para servir
- ralladura de naranja para servir
- frutos secos crujientes para servir

Picar a cuchillo a lo bruto (pero con cuidado) el chocolate; cuanto más pequeñas sean las piezas, mejor. Hay que usar un buen cuchillo, grande, en una buena tabla. Reservar.

Calentar la leche a fuego suave con la vainilla. Cuando entre en ebullición, apagar el fuego y echar el chocolate. Se suele recomendar tener el chocolate en un recipiente y verter encima la leche, pero yo me ahorro manchar otro cacharro.

Remover con suavidad hasta que el chocolate se funda por completo y se forme una crema homogénea. Agregar una pizca de sal y reservar, dejando que se enfríe un poco.

Batir aparte con unas varillas el yogur griego, bien escurrido de su líquido, para montarlo un poco. Añadir en dos o tres tandas el chocolate, mezclando cada vez con movimientos envolventes. Incorporar el licor o zumo y mezclar.

Repartir en vasitos o cuencos y dejar enfriar en la nevera como mínimo una hora. Servir con una cucharada de nata, crema o yogur, un poco de mermelada, ralladura fina de naranja y frutos secos o crocanti crujiente al gusto. También se puede depositar una cucharada de mermelada en el fondo de los vasos antes de llenar con el chocolate.



Sin más, nos seguiremos leyendo un año más en 2020, sin propósitos ni retos. Con seguir teniendo pequeñas ilusiones cada día ya me voy contenta.

¡Feliz Año Nuevo!
23 diciembre, 2019

Makrönli de avellana y almendra al cardamomo: receta de galletas suizas navideñas (sin gluten y sin lactosa)

Tengo un problema: de todas las canciones navideñas que me gusta escuchar, la que se me queda metida en la cabeza todo el día es Let it snow!, que, a ver, me encanta -transmite muy buen rollo-, pero en Murcia ahora mismo, más bien tenemos primavera. Se agradece el solecito del recién estrenado invierno y no tener que salir con miles de capas de abrigo pero... Jo, yo quiero noches de sofá, manta y tazas humeantes, pijamas calentitos y calcetines gordos.


Hasta aquí mis quejas, que estoy en mi tierra, el árbol luce precioso, toda la familia está sana y el horno nuevo de mis padres va de maravilla. La maldita carpa que han instalado en la Plaza de Toros con actuaciones todos los viernes y sábados es, por ahora, tolerable, y he horneado tortas de Pascua y galletas suizas para abastecer a tres familias. A ver si consigo que ninguna tontería me estropee las fiestas. Ni los 24 grados de temperatura.

Para variar, no he podido hacer todas las recetas navideñas que me hubiera gustado, aunque sí tengo aún alguna cosilla esperando para ver la luz estos días de celebraciones. Hoy os dejo una variante de una de mis favoritas del -enorme- recetario suizo navideño: Makrönli o Makrönchen, que además son geniales para aprovechar restos de frutos secos o de clara de huevo.

No necesitan complicaciones con el rodillo, ni cortadores ni moldes de ningún tipo. Su acabado rústico es parte de su encanto y permiten hacer variaciones con los frutos secos que nos apetezcan, o ser más o menos finos en la decoración. En este caso he combinado avellana en la masa con una almendra como coronación, y un toque de cardamomo. Si no fuera por la cantidad de azúcar, serían unas galletas fit :P. Eso sí, sin gluten y sin lactosa.



Hace varios siglos, en mis primeros pinitos en la cocina, compartí una versión primitiva con nueces y también las makrönchen más originales. Aguantan de maravilla muchos días si se conservan en un recipiente hermético, sin mezclarse con dulces de otras texturas.


Receta de makrönli de avellana y almendra al cardamomo 
Inspiración: mis tradiciones navideñas y esta receta
Ingredientes aproximados para 30 unidades

- 200 g de avellana molida
- 2 claras de huevo
- 1 buena pizca de sal
- 5 ml de esencia de vainilla
- 1/2 cucharadita de cardamomo molido
- 130 g de azúcar
- almendras o avellanas crudas

Batir las claras de huevo con el azúcar con batidora de varillas hasta que se espese, unos pocos minutos. Agregar la sal y la vainilla, y batir un minuto más.

Incorporar la avellana molida y mezclar con movimientos envolventes hasta tener una masa homogénea, húmeda, sin restos secos ni grumos gordos.

Cubrir con una hoja de papel sulfurizado o similar una bandeja grande de hornear. Con ayuda de una o dos cucharillas, tomar pequeñas porciones de masa y formar montoncitos, del tamaño de una nuez, distribuyéndolos en la bandeja.

Se pueden redondear o perfilar un poco con las manos humedecidas, si preferimos un acabado más fino. Coronar cada bolita con una almendra o avellana cruda. Dejar a temperatura ambiente durante, al menos seis horas.

Si hace calor en la cocina, introducir en la nevera. Si hay gatos por la casa que meten las narices (y sus pelos) en todo, tapar bien con un paño limpio.

Precalentar el horno a 175º C y hornear durante unos 10 minutos, hasta que empiecen a dorarse. Esperar un par de minutos fuera del horno y dejar enfriar completamente sobre una rejilla.




15 diciembre, 2019

Mantecaos murcianos a mi manera: con un toque de aceite y buen limón y canela


Por mucho que el elfo me mire raro cuando le corrijo en su pronunciación, estos dulces seguirán llamándose mantecaos en esta casa, aunque me destierren de Madrid. A ver por qué el laísmo está perfectamente permitido y yo tengo que renunciar a mis raíces huertanas.

Y no me refiero a "hablar mal" porque sí. Soy consciente de que en Murcia tenemos un acento peculiar que se ha convertido en protagonista de chistes, mofas, memes y cachondeo general en los últimos años; de lo que no me quejo, ojo. Me encanta que haya especialistas que se esfuerzan en mantener el auténtico panocho vivo, y que en el habla cotidiana se conserven muchos localismos, términos y expresiones que no existen en otras regiones. También me parece fascinante compartir características y palabras con gente de otras tierras, que tanto dice de nuestra historia, y que dentro de la propia Murcia haya acentos y vocabularios muy diferentes.

Ahora bien, eso no quiere decir que no se nos entienda al hablar ignorando por completo la vocalización básica o reglas de concordancia elementales. Una cosa es la pronunciación particualar que tenemos de la S, y otra tener un felpudo por lengua.

En fin, que me voy por las ramas cuando tengo solo un ratico para dejar por aquí estos mantecaos de limón y canela. Mantecaos murcianos, huertanos o, a partir de este año, de mi casa. Porque sí, es la primera vez que los hago, y no será la última.




La historia detrás es simple: tenía manteca de cerdo en la nevera que había que gastar, y me apetecía probar de nuevo un dulce navideño murciano. Cuanto más se acercan las fiestas, más se me dispara la morriña, es inevitable.

Charlando con mi madre por teléfono me contó hace poco las delicias que recordaba tomar de niña en su casa, con los mantecados del pueblo como imprescindibles en aquella época. ¿Y qué tienen de diferente frente a los que se preparan en otros sitios? Pues no demasiado, la verdad; yo diría que su aspecto más rústico y una textura menos pastosa y desmenuzable. O así los recuerdo yo.

Probablemente los mantecados llegaron a Murcia cuando el territorio aún abarcaba zonas de la actual Andalucía -hola, primos almerienses-; se cree que fue a mediados del XIX cuando salieron de Estepa a conquistar España. Está claro que la manteca no era un ingrediente usado por los árabes, pero estos dulces tienen parte de esa esencia tradicional de la repostería antigua, humilde, sencilla, deliciosa, y en este caso ligados también a la cultura de la matanza.

Yo no suelo usar manteca para nada, pero como tenía que preparar mantecados de chocolate, aproveché las sobras para instruir un poco más a mi familia navideña en la dulcería murciana. Eso sí, a mi manera: añadiendo un poco de aceite de oliva para no dar tanto protagonismo a la grasa de cerdo. Por lo demás me he guiado con la receta de mi adorada Lola, que de repostería tradicional sabe un rato, y sus indicaciones no fallan.


Para hacer mantecaos murcianos no se tuesta la harina, llevan yema de huevo y se aromatizan con limón y canela, que está presente también en el azúcar con el que se rebozan después. El azúcar glasé es menos habitual por estos lares, aunque, como siempre, va al gusto.

Receta de mantecaos o mantecados murcianos de limón y canela (a mi manera)
Inspiración: la estupenda receta de Lola en la Cocina
Ingredientes para unas 30 unidades

- 150 g de manteca de cerdo
- 50 g de aceite de oliva virgen extra
- 2 yemas grandes
- ralladura de 1 limón
- 5 ml de zumo del limón
- 30 ml de agua (para corregir la textura, ya que el aceite es más seco que la manteca)
- canela molida
- 130 g de azúcar
- 1 buena pizca de sal
- 500 g de harina de repostería
- azúcar con canela para rebozar

Precalentar el horno a 175º C y preparar un par de bandejas con papel sulfurizado. Disponer la manteca en un recipiente amplio y trabajar un poco para dejar una textura más suave.

Añadir el azúcar, el aceite, las yemas, la ralladura y zumo de limón y canela molida al gusto. Batir un poco con unas varillas eléctricas o mezclar con una lengüeta para dejarlo cremoso. Añadir la harina y la sal y trabajar muy bien hasta obtener una masa homogénea. Si estuviera muy seca, añadir un poco más de aceite o agua, poquita.

Tomando pequeñas porciones de masa cada vez, aplanar con rodillo o las manos sobre una superficie limpia para dejar un grosor de un dedo. Recortar dos o tres porciones con un cortador redondo o con formas al gusto, y llevar con cuidado a las bandejas.

Continuar hasta terminar con toda la masa. Como se desmenuza, es más fácil compactar porciones pequeñas con las manos y apretarlas sin usar mucho el rodillo, o enharinando este para que no se pegue y deforme la masa.

Hornear a media altura una bandeja cada vez durante unos 18-20 minutos, vigilando muy bien que solo se tuesten ligeramente. Dejar enfriar sobre la bandeja fuera del horno para que no se rompan al levantarlos aún calientes. Llevar a una rejilla para que se enfríen por completo.

Espolvorear o rebozar en una mezcla de azúcar con canela al gusto y guardar en un recipiente hermético. Aguantan de maravilla durante muchos días, si es que duran.


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