Espero que sepáis disculpar el retraso en publicar esta entrada, y la falta de actualizaciones en general. Estoy pasando una racha algo complicada en la que, de nuevo, se me han juntado mil cosas, y el calor que al final ha venido de golpe me está sentando fatal. Pero bueno, en una semana espero estar más calmada y a ver si las pobres recetas que llevan esperando una eternidad pueden ver finalmente la luz. Y como necesio evadirme un poco, qué mejor que
volver a Viena un mes después para recordar la
parte gastronómica de la escapada.
Tengo que señalar algunas cosas. Primero, nuestro viaje tenía un
presupuesto muy ajustado y ya sabéis que la parte alimenticia cuando uno ejerce de turista se nos puede ir de las manos. Así que fuimos por lo práctico y barato. Segundo, la
cocina austriaca más tradicional no la olimos, salvo en cuestión de tartas. Esos platos que tanto le gustan a mi padre, con sus carnazas, sus salsas, sus patatas, sus guisotes, sus
Semmelknödel y demás, me los guardo para recrearlos en invierno en casa porque al elfo sí le gustarán. Tampoco cayó al final ningún
Wienerschnitzel, porque o los sirven en sitios excesivamente turísticos o son restaurantes más tradicionales que se suben de precio. Tercero: sí, ha habido muchas
Kuchen, Torten y Strudels. Aquí hay una pequeña muestra.
A nadie le extraña ya encontrarse las mismas franquicias multinacionales cuando viaja por ciudades turísticas, y más en capitales de la talla de Viena. Así que por el centro podéis esperar las típicas cadenas de fastfood que solucionan tanto la vida a los viajes de estudiantes. Pero si tenéis que pillar algo rápido, a precio aceptable, y más si vamos con niños, la franquicia
Nordsee no es mala opción del todo. Tiene cosas rápidas para tomar en el momento y luego una opción de platos calientes para pedir y tomar en el local, con la característica de que
todo son productos del mar. Y hay
platos veganos, como la
hamburguesa Portobello con pesto de nueces que calmó mi hambriento estómago a nuestra llegada. Nos moríamos de hambre, era tarde y había mucha gente en todas partes: fue nuestra salvación en aquel momento.
Otra cosa que me llamó la atención, ¡hay
muchas heladerías! Y además de buena calidad y muchas a buen precio. Las hay incluso
ecológicas y veganas, y la mayoría incluyen muchos sabores aptos para intolerantes y alérgicos. Nosotros tomamos más de un helado; por ejemplo los de la foto son de
Paolo Bortolotti, que tiene un buen local en una de las calles imprescindibles para hacer compras, Mariahilferstraße. Empezó de repente a llover mucho, nos refugiamos dentro y calmé mi antojazo de helado con esa copa de tres sabores sin lactosa que no llegó a costarme ni 4€.
El día que fuismos al Prater y dimos un largo paseo hasta el estadio de fútbol el tiempo estuvo revuelto. Al terminar nuestro particular tour - tenían puertas abiertas y nos colamos como quien no quiere la cosa para sacar fotos del campo - empezó a llover, teníamos hambre y estábamos cansados. Menos mal que siempre hay un centro comercial junto a las instalaciones deportivas y pudimos pillar algo rápido para almorzar, en una de esas típicas cafeterías que tienen mil sándwiches, bocadillos y ensaladas listas para tomar. Me apetecía algo calentito y me dejé seducir por una
crema de verduras llena de ingredientes y nada de lácteos, que os juro que me supo a gloria. Me encantó el detalle de qu te la den con una buena
rebanada de pan de centeno, y es que... ay los panes centroeuropeos. El día que volvimos metí varios en la maleta de camino al aeropuerto, obviamente :P.
Nos dimos un pequeño capricho aquella noche cuando empezó a llover en serio, ya que teníamos una invitación de parte de mi madre a un restaurante un poco más de verdad. Para no complicarnos la cabeza buscando algo que tuviera opciones para el elfo y para mí - sobre todo para mí, que soy la especialita -, entramos a un italiano que hay en la calle donde nos alojábamos:
Danieli. El elfo llevaba tiempo arrastrando antojo de pizza, así que entramos. Y fue toda una sorpresa, porque si bien en la teraza solía haber turistas, dentro el local es más grande,
estilo Osteria, muy agradable, y estaba lleno de vieneses de todo tipo.
La carta además era mucho mejor de lo que esperaba, con mucho más que solo pizza y pasta, y yo disfruté muchísimo de mis
sardinas con alcachofas frescas y vinagreta de tomate y alcaparras al limón. Los postres de este ristorante también son dignos de dejarse un hueco, deliciosos, y además acabo de comprobar que cambian con frecuencia la carta según la temporada de productos.
Por el centro, muy cerca de Danieli, hay otro sitio perfecto para almorzar, desayunar o merendar en plan informal y rápido. De esos sitios que tienen platos para todos los gustos, equilibrados y con precios que no asustan, sin grandes pretensiones:
Café Coffee Day. Es estilo
cafetería joven y con carta de platos sencillos estilo bocadillos, hamburguesas, sopas, pasta o ensaladas. Mi elección fue una ensalada con pollo, aguacate y trozos crujientes de pan rústico muy apañada. Ah, y buen café. Nos vimo perfecto al salir del Museo Albetina, que está a dos pasos de allí, y cuya cafetería no solo se disparaba de precio sino que estaba a tope de gente.
Un sitio imprescindible que nadie se puede perder en Viena, sobre todo si nos gusta la gastronomía, es el
Naschmarkt. Una calle larga en la que se reparten
unos 120 puestos de comida y productos de muchas partes del mundo, con una gran oferta de verduras, frutas, frutos secos, especias, quesos, dulces, productos asiáticos y exóticos, ecológicos, etc., y una buena selección de
puestos y restaurantes para comer. En el
Naschmarkt hay una interesante oferta culinaria para los amantes de sabores del mundo, algunos en puestos muy de calle para pedir y llevar en el momento, otros con locales más completos que incluyen mesas a cubierto.
Es cierto que es muy turístico y también muy popular entre los vieneses, así que mejor evitar los fines de semana, y casi mejor ir por la mañana. Nosotros entramos a comer a uno que parecía popular y muy mono, y resultó ser genial:
Neni, con
especialidades israelíes y orientales. Pedimos un variado de platos de-li-ci-o-sos: pan pita, hummus, kebab con verduras asadas, babaganoush y ensalada marroquí de alcachofas con harissa. Muy, muy recomendable.
Y dejo para el final las
tartas. Es imposible no dejarse seducir por los escaparates de las muchísimas cafeterías y pastelerías que hay por toda Viena. La
Sacher-Torte del
Hotel Sacher es la original y más famosa, pero hay una oferta enorme por toda la ciudad que merece la pena descubrir. Desde los
cafés más tradicionales que conservan su punto añejo hasta propuestas más jóvenes, alternativas o
chic. De las más conocidas,
Demel me gustó, aunque suele tener mucha gente dentro pero el servicio es eficiente y la oferta de tartas y dulces amplísima. Además se puede ver el obrador una vez dentro y tienen sucursal en el aeropuerto para caprichos de última hora.
Yo me dejé seducir por otra especialidad que adoro, el
Apfelstrudel, que en el
Café Museum es espectacular y sirven con su decadente salsa de vainilla bien calentito. También es bueno el de
Demel, más delicado, y en todas partes hay muchas opciones con frutas. El elfo siempre se deja llevar por el
chocolate, y os aseguro que no solo de la Sacher vive el hombre. De hecho, mucha gente critica que la Sacher verdadera es algo seca o mazacote, aunque creo que depende del día que te toque, porque la que yo he probado sí estaba deliciosa. En las
Oberlaa hay una buena variedad de tartas y dulces, con muchas opciones incluso libres de alérgenos. Y es que se agradece muchísimo que en casi todos los sitios de comida y bebida se incluya información detallada de todos los ingredientes,
señalando qué es apto para celíacos, veganos, alérgicos al huevo o intolerantes a la lactosa, entre otros. Nos queda mucho por aprender en España en este sentido.
Ah, me quedaba hacer una referencia a
los cafés, que en Viena son un asunto muy serio. En la capital austriaca lo de tomar café puede ser tan complejo, o más, que en Italia, pues tienen muchísimas variedades y formas de tomar el café, con sus propios nombres que nada tienen que ver con los suizos o alemanes. Lo malo es que aquí sí se suelen disparar los precios, pero los más cafeteros no deben perderse algunas de las especialidades.
Será mejor que concluya aquí esta última visita a Viena, creo que he dejado una buena muestra de lo que nuestros estómagos pudieron probar en estos intensos días. Lo mejor es dejarse sorprender un poco y dejarse llevar, vigilando que no nos acribillen con los lugares atrapa-turistas y buscando donde van los locales a por sus almuerzos, meriendas y desayunos. Luego
se puede quemar todo sin problemas si uno se anima a ir a todas partes andando, en eso no hay problema ;).
¡Buen fin de semana!