07 octubre, 2018

Clafoutis de arándanos sin lactosa: receta adaptada del chef Andreas Caminada


Lo prometí: hoy tenía que volver con una receta dulce. Este clafoutis de arándanos espero que sirva para endulzar un poco el ambiente tan tristón que dejé la semana pasada, aunque creo firmemente en que para ser feliz también hay lugar para la tristeza. La receta es sencillísima y toda una tentación para los verdaderos amantes de los arándanos y bayas en general; la preparé en verano porque sabía que mis padres la iban a disfrutar con gusto, y no me equivoqué. ¡Sin lactosa, por supuesto!



Antes de pasar a la receta, permitidme que grite un poco GRACIAS por todos vuestros mensajes y comentarios, no solo los que habéis dejado por aquí. Todas las palabras de ánimo, de comprensión y de recuerdo para mi querido Gato me han emocionado mucho, sobre todo por la empatía compartida con todos los que también habéis amado a algún animal. Y sé que sois muchos los humanos que convivís con gatos :). Espero poder responderos a todos con más calma, cuando ya se me haya pasado la tontería -creo que tengo algo de bajona otoñal, a pesar de que me encanta esta época- y pueda detenerme sin prisas. Ya va siendo hora de recordar a nuestro gordito sin nudos en la garganta, hay que pasar ya a las memorias felices.



Pasando ya al postre de hoy, este clafoutis de arándanos lo tenía bien fichado desde hace meses, cuando encontré de casualidad la receta en vídeo en alguna página suiza, elaborada en vivo por el mismísimo Andreas Caminada. ¿Que quién es el bueno de Andreas? Pues un chef suizo muy apuesto -veréis en las fotos que le tiran más los genes italosuizos-, al frente del restaurante del Schloss Schauenstein, con tres estrellas Michelin. Pero esta receta no tiene nada de elaboración compleja y rebuscada, es tan simple y sencilla que en su simpleza radica su éxito.

El clafoutis me encanta porque es una elaboración sencillísima, que se puede preparar con todo tipo de frutas y admite mil variaciones. En esta ocasión los arándanos le dan un sabor realmente especial, no hay que pelar ni quitar huesos y combinan de maravilla con el toque de almendra que lleva la masa. Lo repetiré, sin duda, mezclando varios tipos de bayas para jugar un poco más con los sabores y el color. ¡Ojalá tuviera cerca un bosque en el que recolectar a mano moras, frambuesas y grosellas!

Ah, por cierto, Caminada usa avellana molida y lo prepara en moldes individuales, otra estupenda opción si queremos servir un postre más aparente con invitados en casa. Y no vendría nada mal añadir una salsa de vainilla, helado o nata montada casera a la ecuación. Yo usé el molde viejunísimo que sigue sobreviviendo en la casa de campo de mis padres, probablemente con más años que yo misma,




Receta de clafoutis de arándanos sin lactosa
Inspiración: adaptado de Andreas Caminada 
Ingredientes aproximados para 6 raciones generosas

- 2 yemas
- 1 huevo entero
- 185 ml de nata para montar sin lactosa
- 60 g de almendra molida
- 65 g de azúcar
- 1 pizquita de sal
- unas gotas de esencia de vainilla
- 250-280 g de arándanos frescos
- mantequilla para engrasar el molde

Precalentar el horno a 190ºC  y engrasar un molde grande o varios individuales. Cuanto más estrechos sean, más fino quedará el clafoutis.

Batir las yemas con el huevo y la nata en un recipiente, sin espumar mucho, con unas varillas. Añadir la almendra, el azúcar, la sal y la vainilla, y batir hasta tener una masa homogénea sin grumos. Echar los arándanos (lavados y secos) y mezclar con suavidad.

Repartir la masa en el molde, igualando bien la superficie, y hornear durante unos 20 minutos, si es en molde grande. Vigilar bien por si acaso, ya que dependiendo del molde puede hacerse antes. Debe quedar ligeramente jugoso por dentro y bien doradito por fuera.

Dejar enfriar antes de servir. Se puede tomar algo tibio, con una bola de helado, o ya enfriado con salsa caliente de vainilla. O tal cual, a temperatura ambiente y sin más complicaciones. Está buenísimo.


27 septiembre, 2018

Un retorno y una despedida: gatos que te roban el corazón


Ya era hora de volver. No era mi intención dejar tantas semanas en blanco, pero me temo que lo necesitaba. El típico paréntesis veraniego, sí, pero con otro motivo más que me echaba para atrás a la hora de teclear. No he desaparecido porque se me puede seguir la pista por las redes sociales; sin embargo, no podía volver al blog con una receta más. Hoy vengo a despedirme de mi gato.

Si me ha costado tanto escribir este post es porque se me formaba un nudo en la garganta solo con pensarlo, pero ya no quería -no podía- postergarlo más. Estoy llorando ahora mismo y era inevitable, porque mi viejo gato me robó el corazón, y lo hizo sin que me diera cuenta.


Estaba malito. Tenía ya su edad, unos 16-17 años, pero fue un maldito virus el que se lo llevó al final. El año anterior ya me di cuenta de que estaba muy delgado, y habiendo sido siempre un gato corpulento se notaba mucho. Al irme a vivir fuera yo me fijé mucho más que mi familia, que al fin y al cabo seguían viviendo con él, así que sugerí llevarlo al veterinario. Al principio solo parecía un problema del hígado, que no asimilaba bien los alimentos y por eso adelgazó tanto, pero luego me contaron que tenía un virus terrible incurable, de cuyo nombre ni me acuerdo, ni quiero.



Por esa maldita enfermedad cada vez estaba más débil, cojeaba, vomitaba con mucha frecuencia y estaba perdiendo el oído y el olfato. Lo peor al principio no se veía mucho, porque le estaba destrozando la boca, impidiéndole comer bien, causándole mucho dolor. Los últimos meses fueron los peores, cuando todo se aceleró, y yo me los perdí. Pero se me partía el alma con todo lo que me contaban mis padres... 



A principios de verano volvió al campo, a su campo, donde un día apareció en nuestras vidas. Tan chiquitajo, en los huesecillos, con unas orejas enormes y una cara de pillo que nos conquistó con su desparpajo. Se comía hasta las lentejas que le dábamos, y le cogió mucho gusto al tomate, una afición que conservó hasta sus últimos días. Mis padres no querían animales después de la perrita que tuvimos hace mucho tiempo, y mi padre ni si quiera pensaba que los gatos podían ser buenos animales de compañía. Pero él estaba dispuesto a demostrar lo contrario.





Nos marchamos a Suiza aquel verano y, tres semanas después, al volver allí estaba, esperándonos en la puerta de casa, cariñoso y juguetón como siempre. Al final no tuvimos más remedio que acogerle, al menos en la casa del campo. Pero tuvo la "suerte" de que algún malnacido le pegó un tiro con una escopeta de perdigones, porque al volver un fin de semana de otoño, lo encontramos cojeando.



"O se cura solo, o se muerte", dijo el veterinario aquella vez. Nos dio tanta penica que mis padres accedieron a llevarle al piso de Murcia; tras unos primeros días de susto y confusión, se hizo el señor de la casa. La primera noche salió de debajo del sofá para colarse en mi cuarto, cojeando, asustado; lo subí a mi cama y ya no me soltó más.

Es curioso cómo los animales se convierten en parte de la familia sin darte cuenta. A mi gato no le pusimos nunca nombre porque no queríamos encariñarnos, solo era "el gato". Al final, cuando quisimos bautizarlo, ya no le pegaba ningún otro nombre. Era Gato, con mayúsculas, a veces Gordo, Misi, Guapo, Tigre o Pequeño cabroncete, pero Gato. Nuestro gato. Mi gato.



Se me emborrona la vista con las lágrimas al recordar tantas cosas, pero por suerte tengo a mi Lito al lado que me consuela. Si no fuera por él lo estaría pasando mucho peor, y ahora, que solo lleva poco más de un año con nosotros, sé lo mucho que sufriré también cuando tengamos que despedirnos. ¿Que los gatos no son cariñosos, que no se les coge cariño, que no te quieren? Eso solo lo dice alguien que no ha convivido con uno. 



Tenía la esperanza de poder acariciarlo una última vez, pero cuando llegué a Murcia en agosto, mi padre me dijo que el día anterior lo habían tenido que sacrificar. Estaba sufriendo mucho, se le veía en los ojos, una mirada triste y cansada. Yo no sé si lamentar no haber podido despedirme o agradecer no haberlo visto así. Siempre lo recordaré tan lleno de vida, tan pillo, tan feliz corriendo por el campo persiguiendo a otros gatos, subiéndose por los tejados buscando presas y jugando con sus ratones de trapo. Siempre pidiendo su desayuno puntual sin conocer el concepto de "madrugar", exigiendo su sitio en el sofá, eligiendo la cama más cómoda y encontrando los rayos de sol en cada rincón de la casa en invierno.



No se puede describir el cariño que te da un animal abandonado cuando lo acoges en tu hogar. Y sí, te hacen sufrir un poco, pero por muy amargo que sea decir adiós, los recuerdos te hacen sonreír. Aunque sea con un maldito nudo en la garganta que parece que nunca se quiere ir. 

Hasta siempre Gato. Gracias por tanto.
29 julio, 2018

Bizcocho de plátano y cerezas con cúrcuma - Susto gatuno



Menuda semanita para terminar el mes de julio. Bueno, que aún quedan un par de días, pero la recta final fue la semana pasada, con mil cosas por terminar, recados pendientes y... un gato que casi nos mata del susto. Para devolverme la estabilidad mental, y antes de la ola de calor que se nos viene encima, ayer encendí el horno para preparar este bizcocho de plátano y cerezas con cúrcuma, una delicia para desayunar sin prisas.

Os pongo en situación. Jueves por la noche. Estoy sola en casa con nuestro gato Lito serieando tranquilamente. Me llama mi suegra: "mañana te sacamos sangre". Es algo que ya tenía pendiente desde hace semanas y por fin se alinearon los astros para cuadrar agendas. Pero yo me llevo MAL con las agujas, así que para compensar el disgusto me tomo un helado antes de irme a la cama ("total, no voy a desayunar a mi hora de siempre así que así evito morirme de hambre al levantarme"). Lo que no esperaba es que un susto me despertara un par de horas después haciendo que se me revolviera el estómago, convirtiendo a ese helado en un arma de destrucción masiva en mis tripas.



De madrugada el elfo me despierta. Empezamos mal. Si alguien te despierta en plena noche es que hay malas noticias. Y yo tengo muy mal despertar cuando se me corta la fase REM a medias.
"Lito se ha caído por la ventana..."
"... pero está bien.".
Sentí que entre una frase y otra había un mundo. Entre el mal despertar, el recuerdo de que me iba a enfrentar a una aguja en pocas horas y el susto, me puse en lo peor y empecé a sentirme muy mal, peor aún cuando empezó a contarme detalles de de la odisea, que en mi estado zombie me llegaban a trompicones: toldo roto de la vecina, sangre, urgencias, más sangre... Se me puso un mal cuerpo terrible con mareo y náuseas incluidas, que ya no se fueron hasta que volví de los análisis y conseguí desayunar algo a media mañana.



En fin, que Lito la lió, y de qué manera. Tenemos una terracita-tendedero donde está la lavadora que da a las zonas comunes interiores de nuestra comunidad, con rejas que dejan un espacio vacío arriba. En cuanto creció un poco, a nuestro gato le dio por trepar así que lo tapamos con una malla de esas de jardinería. Pero el jueves se puso creativo y encontró un punto débil por el que consiguió abrir un hueco: su objetivo era una jardinera que teníamos colgando por fuera. Teníamos, porque ya no existe.

La vecina de abajo, una santa que ha aguantado nuestras obras infernales portándose siempre con la máxima educación, escuchó un estruendo y descubrió que su toldo tenía un agujero. Un agujero muy curioso, con forma de rectángulo perfecto, y es que la jardinera cayó atravesándolo en línea recta perfecta. Al bajar a ver qué había pasado se encontró con un gato magullado que entró corriendo al portal al verla. Como no consiguió localizarnos lo metió en su casa y llamó al elfo a su teléfono móvil.



Pues sí, yo estaba durmiendo como un tronco y ni me enteré del timbre de la puerta. Menos mal que el elfo estaba en camino y que la vecina (¿he dicho ya que es una santa?) se ofreció a llevarle a su veterinario de urgencias, porque Lito estaba echando mucha sangre por la nariz. Ya de vuelta y yo más despierta me enteré un poco mejor de la historia.

Las radiografías salieron bien, pero teníamos que estar atentos por si Lito sangraba demasiado en las horas siguientes. El pobre estaba súper asustado y se pasó la noche acurrucado en la cama estornudando de vez en cuando gotitas de sangre. No dormimos precisamente bien. Por suerte el elfo pudo quedarse a trabajar desde casa mientras yo iba a enfrentarme a mis agujas, y al final le llevó también a nuestro veterinario de cabecera. Confirmó que todo estaba bien, sin daños internos, sin nada roto; solo magulladuras leves, una herida en el labio y en la nariz. Y el susto, que aún le duraría varias horas.



Hoy Lito está mucho mejor, ya salta y corre un poco más y pide más comida. Mientras ayer se pegaba una buena siesta con el elfo en el sofá, yo aproveché para dar salida a tres hermosos plátanos que ya habían superado el estado razonable para comerlos al natural. Tenía fichada esta receta desde hace poco así que la tuneé a mi gusto un poco. El cambio principal es que he prescindido del sirope, pero para compensar la pérdida de humedad he añadido el mismo peso en yogur. Por si el elfo se quejaba de que quedaba poco dulce he añadido un poco de edulcorante líquido, pero yo podría haber pasado sin ello perfectamente. El plátano ya endulza un montón, en mi modesta opinión 😋.

Receta de bizcocho de plátano y cerezas con cúrcuma
Inspiración: receta adaptada de Maras Wunderland
Ingredientes para 1 bizcocho de unos 25 cm

- 330 g de plátano maduro (unos 3 plátanos grandes, tan maduros que no te los comerías)
- 2 huevos de gallinas felices
- 5 ml de esencia de vainilla o equivalente
- 60 g de aceite de girasol
- 50 g de bebida de soja o leche
- 50 g de yogur
- edulcorante líquido al gusto (opcional; se puede omitir o sustituir por miel/sirope de ágave en lugar del yogur)
- 5 ml de vinagre de manzana
- 1 cucharadita bien colmada de cúrcuma molida
- 100 g de harina de espelta
- 150 g de harina de trigo sarraceno integral
- 20 g de harina de avena integral
- 1/2 cucharadita de sal
- 1 buena pizca de nuez moscada recién rallada
- 1 cucharadita de canela molida
- 1 cucharadita de bicarbonato sódico
- 1 cucharadita de levadura química
- cerezas o picotas

Precalentar el horno a 180ºC y forrar un molde rectangular de unos 22-26 cm de largo. Ya sabéis, cuanto más largo sea, más bajito quedará, y al revés.

Pelar los plátanos con cuidado, porque si están muy maduros se quedarán pegados a a piel, y chafarlos en un recipiente grande con un tenedor. Si queda algún grumito no pasa nada, casi mejor, aporta más textura y sabor al bizcocho.

Agregar los huevos  batir un poco con unas varillas. Incorporar la vainilla, el aceite, la leche, el yogur, el edulcorante (en su caso), el vinagre y la cúrcuma. Batir con las varillas hasta que quede una masa homogénea.

Incorporar todos los ingredientes secos mezclando con suavidad usando una lengüeta o espátula, Debe quedar una masa sin grumos secos, pero es mejor no darle demasiados meneos ni muy fuertes. Llenar el molde, dejando la parte superior uniforme, y repartir por encima unas cerezas troceadas sin el hueso.

Hornear a media altura durante unos 40-50 minutos, hasta que al pinchar el centro con un palillo o brocheta salga prácticamente limpia, con algunas miguitas pegadas. Esperar un poco fuera del horno, desmoldar y dejar enfriar por completo sobre una rejilla.




Era duro ver a Lito tan acongojado, débil y asustadizo, con su naricilla manchada de sangre, respirando con dificultad... ains, el cariño que se coge a los animales y lo que te hacen sufrir. Lito por suerte está bien, pero mi gato de Murcia, el gato de mis padres, está el pobre muy malito. Justo mi padre me contaba el otro día que lo está pasando mal porque tiene un virus incurable que le llena la boca de heridas y no puede comer bien, ha perdido totalmente la voz y casi todo el oído, cojea y está debilucho. Me parte el alma al imaginarle así, sin poder disfrutar como antes de su querido campo. Solo espero poder despedirme de él cuando baje a Murcia en agosto, lo que tenemos claro que es que no queremos que pase sus últimos días sufriendo.

Pero cualquier susto o trastada que hagan se compensa sobradamente con el amor y los buenos momentos que te regalan. Aunque ya no sepamos lo que es vivir sin tener pelo de gato en absolutamente todas partes.

29 junio, 2018

Crêpes de avena y centeno con compota de fresas y chía - Ay, el verano...

No voy a decir que el tiempo pasa en un suspiro, porque todas estas semanas en las que he dejado mi pobre blog en barbecho han dado para mucho. Tampoco es que haya emprendido grandes proyectos y aventuras, pero tampoco tengo la sensación de que hayan volado. Vino mi madre en su visita de final de primavera habitual y luego disfrutamos de días de lluvia y fresco casi hasta rozar el verano, y yo quise disfrutarlos. Pero el estío llegó y ya entro en modo zombie; me cuesta horrores hacer cualquier cosa y me pongo de mal humor a la mínima. Por suerte preparar unos crêpes de avena y centeno como estos no requiere grandes esfuerzos, ni arriesgarse a morir de asfixia por encender el horno.


Me resulta extraño pensar que hace ya un año que estamos viviendo en nuestra casita, que en estas fechas vivía entre cajas haciéndome al nuevo barrio y recibiendo cada día a un obrero, carpintero, fontanero o electricista. Y con un gatito muy pillín que no paraba de hacer trastadas mientras crecía a la velocidad del rayo. Las trastadas las sigue haciendo, pero ahora es un tigre enorme y tampoco lleva muy bien el calor, así que se pasa el día tirado buscando los rincones más frescos de la casa.



Estos crêpes llevan ya su tiempo esperando a ver la luz y hoy no tenía ningunas, ningunas ganas de ponerme a escribir un rato más después de una sesión intensa de trabajos domésticos. Pero me daba pena tener mi querido blog como mi última prioridad en la vida, cuando hace años tenía que contenerme por publicar a diario. Al menos no quiero dejar pasar un mes entero sin publicar, y esta receta va para cumplir con el mes de junio. Que, a pesar de todo, no está siendo el infierno caluroso de los últimos veranos.


Porque recordemos que hace dos o tres años tuvimos la primera ola de calor bien pronto, pero olaza de esas de 40 grados a diario y sin bajar de 27 de madrugada. Lo peor fue que se encadenaba una con otra, y encima el elfo y yo tuvimos dos bodas que fueron, digamos, ardientes. Y el año pasado precisamente llegó el calorazo muy pronto, justo en plena mudanza. Porque empaquetar tu vida, transportar muebles y montar tu nuevo hogar no era ya un trabajo lo suficientemente agotador.


Definitivamente, todavía no ha pasado el tiempo suficiente de la mudanza como para recordarla con cierto cariño y nostalgia. Solo cruzo los dedos para no tener que repetir en muuuucho tiempo, y si llega el día ya procuraré que caiga en la fresca primavera o el suave otoño.

Ya he comentado alguna vez que me gustan muchísimo los crêpes y que no sé por qué no hago más a menudo. Tengo mi versión de la receta más clásica con chocolate y plátano, la ligera variante "a la suiza", aprendida de mi padre, y también hice hace un tiempo una opción rústica con centeno para rellenar setas. Esta vez improvisé un poco sobre la marcha una tarde que no había pan para cenar -¡drama!-. El elfo se los tomó con relleno salado pero yo me di el capricho de hacer una compota rápida de fresas maduras con chía, que estaba deliciosa con yogur griego natural.



Crêpes de avena y centeno con compota de fresas y chía
Inspiración: la falta de pan y las ganas de liarme a cocinar
Ingredientes para 2 personas

- 2 huevos L de gallinas felices (tamaño aproximado)
- 250 ml de bebida vegetal o leche sin lactosa (o la leche que tengáis)
- 50 g de harina de avena (copos triturados en casa)
- 10 g de harina de centeno integral (o espelta)
- 1 chorrico de agua (aproximadamente 20 g)
- 1 pizca de sal
- ralladura de limón
- gotas de esencia de vainilla
- mantequilla para engrasar

- fresas maduras u otra fruta aromática
- zumo de limón o naranja
- vainilla o canela (opcional)
- semillas de chía

Tan sencillo como batir los huevos un poco antes de añadir todos los demás ingredientes, dejando una textura semilíquida sin grumos secos. Se puede hacer a mano con varillas, con batidora de varillas, con robot de cocina, con batidora de vaso o con batidora de brazo de inmersión (minipimer).

Tapar y dejar reposar mínimo 20 minutos. Si hace calorazo, casi mejor que en la nevera, sobre todo si va a pasar más de media hora.

Calentar una buena plancha o sartén antiadherente, engrasar con una nuez de mantequilla (o aceite de girasol) y cocinar los crêpes procurando que no salgan muy gruesos. Yo hago la masa en una jarra, así es más fácil de verter directamente. Ya tanteo a ojo la cantidad necesaria, al principio usaba un medidor para no pasarme.

Ya sabéis, hay que girar la sartén para que se extienda toda la masa bien y dejar cocinar un par de minutos hasta que se puedan levantar los bordes y el centro esté cuajado. Yo despego un poco con una espátula y les doy la vuelta con las manos.

Mantener en caliente apilándolos mientras terminamos con toda la masa. Se pueden calentar un poco en el microondas si hiciera falta, pero hay que guardarlos bien tapados para que no se resequen.

Para la compota de fresas solo hay que trocear setas maduras bien lavadas, cocerlas con un poco de limón o naranja y una vaina de vainilla, y chafarlas a lo bruto con un tenedor. Añadir una cucharada bien colmada de semillas de chía y dejar que espese en frío.




¿Cómo os gustan a vosotros los crêpes? ¿Sois más de salado o de dulce? ¿Enrollados o en triángulos? ¿Filloas, frixuelos, galettes...? ¡Hay tanta variedad y tantos rellenos posibles! En serio, ¿por qué no hago más a menudo?

¡Buen fin de semana!
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...