Es inevitable echar la vista atrás en Navidad. Cuanto más mayor eres, cuantos más años cumples, más pesan las fiestas pasadas, los recuerdos adquieren otros matices en la memoria, rememoras sensaciones en las que antes no te fijabas. Y te acuerdas mucho de la gente que ya no está, claro. Eso es lo peor de las fiestas. Unas celebraciones tan profundamente familiares (entiéndase por familia el concepto que cada cual tenga de ella, lazos sanguíneos o no) están condenadas a tener siempre un poso nostálgico y amargo. Es parte de su encanto, supongo. Son agridulces. Y quizá por eso necesitamos a veces endulzarlas mucho más.
Desde luego, si hay un año para llenar las navidades de caprichos golosos que reconforten y nos trasladen a esa infancia en la que éramos (los afortunados que pudimos) felices e inocentes, es este aciago 2020. Qué más queda por comentar ya, a estas alturas. Va a ser un año para recordar en muchos, muchísimos aspectos. A nivel personal, pandemia aparte, también nos ha trastocado bastante y aún nos tenía reservadas algunas malas noticias que, en fin, intentamos que no nos terminen de estropear las fiestas.
Porque quiero centrarme en lo positivo y dar gracias por las cosas que sí merece la pena celebrar. Ya suelto bilis y doy la tabarra en las redes sociales sobre lo que me indigna y me entristece la falta de responsabilidad, empatía, conciencia social y solidaridad que imperan estos días. Así que me refugio un poco en mi pobre blog, que tan abandonadico tengo, pero al que vuelvo a menudo a recordar tiempos pasados y recetas favoritas.
Mi madre me comentó este verano pasado lo mucho que recordaba unos dulces de coco que mi abuela compraba en cierta pastelería cuando bajaba a Murcia. Tiene ese recuerdo fuertemente grabado en la memoria, de sus días de infancia en la casa de la huerta de mis abuelos, que aún conservamos pero que ya nadie de la familia habita entre sus paredes. Una casa humilde pero que también yo tengo asociada a fuertes recuerdos, y muchos navideños.
Se me está formando un nudo en la garganta al invadirme sensaciones de golpe inesperadas, y me desvío del tema. Si es que no se me puede dejar escribir.
En fin, que yo venía a hablar de estos simples dulces de coco. De cómo me acordé de la ilusión con la que mi madre me describía ese recuerdo infantil de mi abuela volviendo de "la ciudad" con un capricho para sus hijos, cuando los dulces se comían en ocasiones muy contadas. Y como mi elfo aborrece el coco, pero a mi familia murciano-suiza nos encanta, pensé en hacer algo en su honor en cuanto pude volver a mi tierra para las fiestas. Con muchas medidas de seguridad, eso por descontado.
Hay muchas variantes de este dulce en recetarios de toda Europa; en España se conocen como cocadas, coquitos o sultanas de coco, y en Suiza y Alemania se preparan también pastas similares. Supongo que el coco se consideraba un ingrediente muy exótico y excepcional, festivo, hace décadas, y por eso muchos lo siguen asociando a la Navidad.
Inspiración: los recuerdos de mi madre y la Navidad
Ingredientes aproximados para 25-30 unidades
- 3 claras de huevo L
- 140 g de azúcar
- 1 sobre de azúcar vainillado
- 1 pizca de sal
- 1 limón
- 200 g de coco rallado (aproximadamente)
- 80 g de almendra molida
- Obleas (opcional)
Precalentar el horno a 160ºC y preparr una bandeja con papel antiadherente.
Empezar a batir las claras de huevo con una pizca de sal, con batidora de varillas, hasta que empiecen a montarse. Añadir el azúcar poco a poco a medida que se sigue batiendo. Añadir el azúcar vainillado y seguir batiendo hasta tener una especie de merengue fluido, brillante, con el azúcar completamente disuelto.
Agregar ralladura fina de limón y 15 ml (1 cucharada) del zumo. Incorporar la almendra molida y el coco, y mezclar bien con movimientos envolventes, hasta tener una masa húmeda pero maleable, que se pueda compactar. Es mejor echar el coco poco a poco porque igual no necesitamos todo, o quizás necesitemos más. Depende del tamaño de las claras y cómo se hayan montado.
Repartir la masa en las obleas con una cucharadita, compactándola, dándole forma más o menos redondeada. Disponerlas en las bandeja preparada y hornear durante unos 15-18 minutos, hasta que se hayan dorado un poquito por fuera.
Consejo: están deliciosas si se cubren con chocolate negro fundido una vez frías; también se puede prescindir de la oblea, formar bolitas sobre la bandeja con papel, y sumergir la base en el chocolate después de hornearlas.
Siempre he dicho que la víspera de la víspera, el día anterior a Nochebuena, era de mis favoritos. Sigue siéndolo, a pesar de todo. Hoy hemos podido hacer la compra especial para la "gran" celebración (siempre hemos sido cuatro personas, y este año seguiremos siéndolo, más que nunca) y he dado un paseo precioso con mi madre al atardecer, siguiendo el río, con nuestras mascarillas, pero sin dejar de hablar de nuestras cosas. Y bien acompañadas de patos y tortugas.
Disfrutad mucho, todo lo que buenamente podáis, de estas navidades, con responsabilidad y mucha energía positiva. Cuidáos y cuidad a los demás, ahora y siempre. A pesar de todo, ¡felices fiestas!