15 diciembre, 2019

Mantecaos murcianos a mi manera: con un toque de aceite y buen limón y canela


Por mucho que el elfo me mire raro cuando le corrijo en su pronunciación, estos dulces seguirán llamándose mantecaos en esta casa, aunque me destierren de Madrid. A ver por qué el laísmo está perfectamente permitido y yo tengo que renunciar a mis raíces huertanas.

Y no me refiero a "hablar mal" porque sí. Soy consciente de que en Murcia tenemos un acento peculiar que se ha convertido en protagonista de chistes, mofas, memes y cachondeo general en los últimos años; de lo que no me quejo, ojo. Me encanta que haya especialistas que se esfuerzan en mantener el auténtico panocho vivo, y que en el habla cotidiana se conserven muchos localismos, términos y expresiones que no existen en otras regiones. También me parece fascinante compartir características y palabras con gente de otras tierras, que tanto dice de nuestra historia, y que dentro de la propia Murcia haya acentos y vocabularios muy diferentes.

Ahora bien, eso no quiere decir que no se nos entienda al hablar ignorando por completo la vocalización básica o reglas de concordancia elementales. Una cosa es la pronunciación particualar que tenemos de la S, y otra tener un felpudo por lengua.

En fin, que me voy por las ramas cuando tengo solo un ratico para dejar por aquí estos mantecaos de limón y canela. Mantecaos murcianos, huertanos o, a partir de este año, de mi casa. Porque sí, es la primera vez que los hago, y no será la última.




La historia detrás es simple: tenía manteca de cerdo en la nevera que había que gastar, y me apetecía probar de nuevo un dulce navideño murciano. Cuanto más se acercan las fiestas, más se me dispara la morriña, es inevitable.

Charlando con mi madre por teléfono me contó hace poco las delicias que recordaba tomar de niña en su casa, con los mantecados del pueblo como imprescindibles en aquella época. ¿Y qué tienen de diferente frente a los que se preparan en otros sitios? Pues no demasiado, la verdad; yo diría que su aspecto más rústico y una textura menos pastosa y desmenuzable. O así los recuerdo yo.

Probablemente los mantecados llegaron a Murcia cuando el territorio aún abarcaba zonas de la actual Andalucía -hola, primos almerienses-; se cree que fue a mediados del XIX cuando salieron de Estepa a conquistar España. Está claro que la manteca no era un ingrediente usado por los árabes, pero estos dulces tienen parte de esa esencia tradicional de la repostería antigua, humilde, sencilla, deliciosa, y en este caso ligados también a la cultura de la matanza.

Yo no suelo usar manteca para nada, pero como tenía que preparar mantecados de chocolate, aproveché las sobras para instruir un poco más a mi familia navideña en la dulcería murciana. Eso sí, a mi manera: añadiendo un poco de aceite de oliva para no dar tanto protagonismo a la grasa de cerdo. Por lo demás me he guiado con la receta de mi adorada Lola, que de repostería tradicional sabe un rato, y sus indicaciones no fallan.


Para hacer mantecaos murcianos no se tuesta la harina, llevan yema de huevo y se aromatizan con limón y canela, que está presente también en el azúcar con el que se rebozan después. El azúcar glasé es menos habitual por estos lares, aunque, como siempre, va al gusto.

Receta de mantecaos o mantecados murcianos de limón y canela (a mi manera)
Inspiración: la estupenda receta de Lola en la Cocina
Ingredientes para unas 30 unidades

- 150 g de manteca de cerdo
- 50 g de aceite de oliva virgen extra
- 2 yemas grandes
- ralladura de 1 limón
- 5 ml de zumo del limón
- 30 ml de agua (para corregir la textura, ya que el aceite es más seco que la manteca)
- canela molida
- 130 g de azúcar
- 1 buena pizca de sal
- 500 g de harina de repostería
- azúcar con canela para rebozar

Precalentar el horno a 175º C y preparar un par de bandejas con papel sulfurizado. Disponer la manteca en un recipiente amplio y trabajar un poco para dejar una textura más suave.

Añadir el azúcar, el aceite, las yemas, la ralladura y zumo de limón y canela molida al gusto. Batir un poco con unas varillas eléctricas o mezclar con una lengüeta para dejarlo cremoso. Añadir la harina y la sal y trabajar muy bien hasta obtener una masa homogénea. Si estuviera muy seca, añadir un poco más de aceite o agua, poquita.

Tomando pequeñas porciones de masa cada vez, aplanar con rodillo o las manos sobre una superficie limpia para dejar un grosor de un dedo. Recortar dos o tres porciones con un cortador redondo o con formas al gusto, y llevar con cuidado a las bandejas.

Continuar hasta terminar con toda la masa. Como se desmenuza, es más fácil compactar porciones pequeñas con las manos y apretarlas sin usar mucho el rodillo, o enharinando este para que no se pegue y deforme la masa.

Hornear a media altura una bandeja cada vez durante unos 18-20 minutos, vigilando muy bien que solo se tuesten ligeramente. Dejar enfriar sobre la bandeja fuera del horno para que no se rompan al levantarlos aún calientes. Llevar a una rejilla para que se enfríen por completo.

Espolvorear o rebozar en una mezcla de azúcar con canela al gusto y guardar en un recipiente hermético. Aguantan de maravilla durante muchos días, si es que duran.


1 comentario:

  1. No son como los extremaños q llevan vino blanco pero tienen una pinta estupenda probaré hacerlos gracias

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