Despidiendo un año más mi Navidad en Murcia - Belenes, luces, roscones, paseos, Casino y más

Y un año más pasó la Navidad, aunque para nosotros la cosa se alarga mucho más de lo que lo hace para casi el resto del mundo. ¡Por fin! Diréis muchos, y no lo voy a negar, apetece ya recuperar un poco los ritmos normales y volver a cierta rutinas, aunque no puedo evitar sentir siempre un poco de penica cuando se acaba el día de Reyes.

No regreso a Madrid hasta mañana, aprovechando que las clases de alemán no empiezan hasta la semana que viene y que mi padre sigue de vacaciones unos días más. Es una ventaja el poder trabajar de freelance desde cualquier sitio con el ordenador a cuestas (alguna ventaja tenía que tener). He cogido un catarrazo estos últimos días que me ha obligado a tomarme las cosas con más calma, y aunque tengo ya mono de volver a correr, no está mal finalizar las fiestas de una forma muy hogareña (todo lo hogareño que es andar con la nariz roja sin dejar de estornudar y dejando una montaña de pañuelos en el sofá al lado de la manta). Y por cierto, elaborar el roscón de Reyes fue terapéutico :).



Murcia crece y crece pero no nos da la impresión de que lo haga tanto, quizá porque el centro es pequeñito y se ha quedado muy limitado por diversas razones. Esto me da la impresión de que cada año hay más y más gente en las mismas calles, pero es un gustazo poder simplemente bajar a la calle y en 5 minutos andando estar en pleno centro. Por eso han sido muchos días de paseos, de redescubrir mi ciudad, de tardes de café y reencuentros. Y siempre que he podido, he pasado por delante de la catedral. Mi querida y preciosa catedral.







Otro de los lugares a los que he vuesto ha sido el Real Casino, una visita muy recomendable para turistas y cualquiera que pase por aquí. Empezado a construir en 1847 y recientemente restaurado, es un edificio declarado monumento histórico-artístico de gran belleza, que recoge diversos estilos en su interior, con salas de uso y disfrute para socios pero visitables (previo pago de entrada). Además hay un restaurante muy recomendable que reseñé por aquí hace unos meses.



Me gusta descubrir las luces elegidas cada año para decorar la ciudad con el alumbrado navideño, y por suerte esta vez ha sido un nivel aceptable, considerando los horterismos de otros años. La calle Trapería (arteria pequeña y muy concurrida, peatonal de la ciudad) suele ser de las más agradables para pasear cuando oscurece, a pesar de los atascos de gente.



No han faltado tampoco las visitas habituales a varios belenes, otra tradición típica familiar. Algún año tendré una casa enorme y podré montar una maqueta gigante de belén en la que lo de menos será el Nacimiento. Me encantan las recreaciones de la vida cotidiana, sobre todo a la murciana, con sus casitas de la huerta, sus animales de granja, sus vecinos... Aunque igual el elfo y yo terminábamos metiendo hobbits, trolls y dragones.





Pasear siguiendo la estela del río Segura es todo un placer en invierno, ya que el resto del año te puedes achicharrar. Al tener un tiempo estupendo da mucho gustico sentir el calorcito de los rayos de sol atravesando parte de lo que queda de la huerta murciana. Es buen sitio para pasear, patinar, sacar al perro, montar a caballo, en bicicleta, correr o sacar fotos. Además te puedes encontrar cosas curiosas como la Casa de la Mota del río, una obra de arquitectura contemporánea que pretende convivir de forma sostenible con el medio, nominada a los Premios Mies van der Rohe arquitectura europea.



Por supuesto, hemos tenido abundante comida a lo largo de las fiestas, pero sin complicarnos demasiado ni pecar en excesos de cantidades o presupuesto. Ningún día me levanté con digestiones pesadas y hemos sabido organizar bien las sobras, permitiéndonos algún capricho pero nada del otro mundo. Y he disfrutado mucho cocinando para la familia, por no hablar de lo bien que saben esos platos de una madre que sólo ellas saben hacer. Ay, sus lentejas!

 


Y como casi todos, podemos decir que finiquitamos las fiestas con el Roscón de Reyes, al que cada año más gente se suma a prepararlo casero. A pesar de la sobredosis de roscones que nos inunda por estas fechas, yo me alegro de ver esa fiebre rosconera en las casas de todo el mundo. Este año he repetido mi receta favorita del mundo mundial, preparando la masa la noche antes, dejando los roscones en el frigorífico y horneándolos el día 6 por la mañana. Mi gato tuvo el detalle de despertarme antes de las 6 de la mañana para sacarlos del frío de la nevera -ejem-, y os recomiendo a todos este levado más lento y frío. La miga gana que es una barbatidad en textura y sabor.





El elfo me hizo chantaje emocional y al final le he hecho un roscón pequeño que está en el congelador esperando para viajar conmigo a Madrid. Es la primera vez que congelo un roscón entero, supongo que no será lo mismo que recién hecho pero espero que llegue más o menos bien para tomarlo bien mojado en chocolate.

¡Feliz vuelta a la rutina!